Prácticamente todos los coches que he probado cuyo claim fuera: es un coche tecnológico, tenían tecnología enfocada a la seguridad. Es decir, dispositivos cuya única función era hacer de la conducción una tarea más segura para los ocupantes del coche y para el resto de usuarios de la calzada. Y el mejor ejemplo es la frenada autónoma de emergencia, un sistema que casi es un básico y que cada vez incorporan más vehículos.
Como otros dispositivos que estamos viendo con bueno ojos porque actúan cuando el conductor no lo hace, la frenada autónoma de emergencia analiza el entorno del vehículo gracias a un radar o una cámara, o bien la unión de ambos dispositivos, para controlar si un peatón, ciclista o automóvil va a ser interceptado por nosotros. En caso de que el sistema detecte que vamos a una velocidad a la que vamos a chocar contra el objeto, aplica inmediatamente los frenos.
Un grupo de investigadores procedentes de Europa, Australia y Nueva Zelanda ha determinado que gracias a este sistema se evitan el 38% de accidentes provocados por despistes. El estudio afirma que el AEB (frenada autónoma de emergencia) es una de las tecnologías enfocadas a mejorar la seguridad más prometedoras de los últimos años, aunque tiene un rango de mejora importante. Actualmente la mayoría de sistemas que equipan coches actúan a velocidades no superiores a 30 0 50 kilómetros por hora, pero algún fabricante permite que funcione hasta 70 km/h sin garantizar la ausencia de accidente, es decir, el coche frenaría, pero no reduciría a 0 el riesgo de tener un accidente. Eso sí, las consecuencias serían mucho menos graves.
El objetivo de este estudio es concienciar a los fabricantes para que incorporen este tipo de sistemas de serie en sus nuevos vehículos para que el número de accidentes a baja velocidad y casi siempre en ciudad se reduzca, y es que en este tipo de percances los grandes perjudicados son los usuarios de la vía menos protegidos: peatones, ciclistas y motoristas.