Piotr Krzeslak | Shutterstock

Hace unos años, la decisión de compra de un coche u otro pasaba por la velocidad o el consumo de combustible. Ganaba el candidato que corría más y/o que consumía menos. Hoy en día, esos factores se han estandarizado mucho y los fabricantes de automóviles se están centrando en la seguridad, la comodidad y la tecnología. En este último punto, seguro que todos hemos escuchado hablar de coche conectado, por ejemplo.

Yendo al siguiente nivel tecnológico encontramos a compañías como EyeLock, que pretende instaurar el reconocimiento de iris como método para arrancar el coche. Hemos dicho en más de una ocasión que la tecnología invisible es la que mejor adaptaremos, porque la consideraremos como una extensión natural de nuestro cuerpo. Y simplemente poner en marcha nuestro auto mirando al espejo retrovisor (o donde sea que tengamos puesto el sensor que analizará nuestro ojo) es, desde luego, una manera mucho más 'invisible' que prender un botón o introducir una llave.

¿Utilidad o capricho?

l i g h t p o e t  | Shutterstock
l i g h t p o e t | Shutterstock

Reconoceremos que un sensor ocular suena muy cool y futurista pero, ¿sirve de algo aparte de para presumir de avance tecnológico? Se nos ocurre que sí, por varios motivos:

  • Seguridad. Supongo que en el futuro seguirá habiendo maneras de que nos roben el coche pero, desde luego, aquello de que nos lo 'puenteen' para engañar al motor y poner en marcha el vehículo será más difícil si el sistema de arranque no responde si no detecta el ojo del propietario. También puede ser una buena manera para activar recursos de seguridad en carretera. Si los sensores detectan que nuestro ojo se cierra durante un tiempo mayor de lo normal, puede servir para iniciar un protocolo de seguridad, como el que comentamos hace unos días con el nuevo Passat de Volkswagen.
  • Big data y personalización. Con el mundo de Internet of Things, análisis de big data y su aplicación al mundo de los coches, los resultados, sin duda, pueden llegar a ser muy útiles para quien va al volante. Imaginemos que, cuando el sensor detecta nuestro ojo, se cargue el perfil asociado a nosotros, lo que haría que, por ejemplo, se ponga automáticamente nuestra estación de radio favorita, se ajuste la temperatura del climatizador a nuestro gusto o que el asiento se recline a la posición adecuada. Y lo mismo cuando se suba otro conductor asociado al coche (nuestra pareja, hijo/a, etc.) y se use su respectivo perfil.

Quizá tarde años en masificarse y llegar a los coches disponibles del concesionario de la esquina o quizá nunca suceda, pero inútil no sería, ¿no creéis?

Recibe cada mañana nuestra newsletter. Una guía para entender lo que importa en relación con la tecnología, la ciencia y la cultura digital.

Procesando...
¡Listo! Ya estás suscrito

También en Hipertextual: