En Madrid, el problema con el esmog, o niebla contaminante, lleva años en la agenda del Ayuntamiento. Pero es este mes de Junio cuando el equipo de gobierno local ha tenido a bien actuar en contra de esta amenaza a la salud de los ciudadanos de la capital española. Esta medida se enmarca dentro de la nueva ordenanza del servicio de estacionamiento regulado ¿Y cuál es la medida adoptada? ¿Más transporte público? ¿Tarifas más bajas en el billete de metro? ¿Incentivar el uso de la bicicleta? ¿Dotar de caballos a la policía municipal? No, multar a los coches que más contaminen y quieran aparcar en determinadas áreas del centro. De acuerdo, tal vez esté siendo un poco injusto con la medida con mi todo sarcástico pero se me plantean muchas dudas a la hora de su puesta en marcha.

Desde el blog de Citroen nos cuentan que la operativa funciona de la siguiente manera: a la hora de sacar el tíquet de la zona correspondiente se deberá introducir la matrícula del vehículo para que sea cotejada con una base de datos. Como resultado de esta consulta y teniendo en cuenta la zona, la ocupación, la hora y la antigüedad del vehículo se nos aplicará la tarifa correspondiente. Esta medida persigue la siguiente teoría: si yo, como conductor de un coche contaminante, quiero ir al centro de Madrid, me lo pensaré dos veces y viajaré en transporte público ya que tengo que pagar más por aparcar el coche en la calle. Ergo, si hay menos coches contaminantes, hay menos esmog. Bravo. Esta medida favorece a los vehículos más nuevos y con mejores prestaciones Sin embargo esta medida, a la hora de aplicarse es claramente discriminatoria. ¿Por qué? Porque no todo el mundo puede permitirse cambiar de coche. Hay personas que tienen que quedarse con su coche de hace X años, no por gusto, sino porque no pueden cambiarlo, a pesar de planes PIVE y similares. De hecho, la industria del automóvil es la que más ha sufrido la crisis, junto con la de la construcción. Como decía, esos coches un poco más viejos que la gente no puede cambiar son, a priori, más contaminantes y, por tanto pagarán más. Pero es que además, los nuevos coches de gama alta contaminan menos con lo cual se puede conseguir un efecto llamada para grandes vehículos en el centro de Madrid.

Por otro lado, el algoritmo de cálculo tiene una variable que depende del factor humano y, por ende, es modificable. Pongamos por caso que en un cierto día, en una cierta calle, a partir de cierta hora los usuarios de los parquímetros deciden no poner el tíquet. El servicio detectaría que no hay nadie aparcado, por lo tanto la tarifa sería más barata al haber menos ocupación. Medidas similares han sido ampliamente impopulares en otras ciudades europeas En Londres se ha aplicado la misma idea de diferente manera. Allí se paga un peaje desde las siete de la mañana a las seis de la tarde de unas ocho libras, unos diez euros al cambio. Esta medida ha creado gran controversia entre los comercios y los clientes ya que se quejan de que un viaje al centro para hacer las compras les sale mucho más caro que antes.

Nunca he creído en la prohibición de las cosas porque se consigue el efecto contrario y siempre he creído que se consigue más con miel que con...ya sabes. Si quieres incentivar el uso del transporte público, baja las tarifas. Más personas lo usarían, aumentaría la frecuencia de paso, disminuirían los coches y la contaminación y, al haber menos tráfico, la gente se animaría a usar más la bici. Todos ganaríamos bajando las tarifas del transporte público.

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