bacterias

Sky Noir (Flickr)

El mundo de la microbiología es quizás uno de los terrenos científicos más apasionantes. Dada la gran diversidad de microorganismos que pueblan cualquier hábitat que nos podamos imaginar, su estudio siempre nos aporta curiosidades interesantes.

Y es que existen bacterias patógenas que nos provocan graves infecciones, como las peligrosas Pseudomonas aeruginosa o Staphylococcus aureus, relacionadas además con problemas de resistencia a los antibióticos. En nuestro organismo también existen bacterias "buenas", presentes en nuestro intestino, que ayudan en la absorción de alimentos.

También podemos observar bacterias capaces de crecer en ambientes extremos, donde las condiciones de temperatura, salinidad o pH hacen imposible la vida de cualquier ser vivo. Sin embargo, estos microorganismos tienen las herramientas moleculares suficientes como para poder desarrollarse en estos ecosistemas.Las bacterias emplean unas nanomáquinas muy precisas para desplazarse

En todos estos hábitats, las bacterias deben desplazarse de un lugar a otro, y para ello, emplean unas nanomáquinas muy poderosas: sus flagelos. Estas estructuras, con forma filamentosa, realizan una labor imprescindible para ayudar a que la célula bacteriana pueda impulsarse y desplazarse en el medio en el que esté.

Este auténtico motor bacteriano se compone por piezas únicas, llamadas proteínas. En la zona de anclaje a la capa exterior de las bacterias, presentan un motor rotatorio que, al girar, hace que se mueva el resto del flagelo de nuestras bacterias y ayude a su movimiento. ¿Pero cómo se forman estas nanomáquinas tan precisas?

La construcción de estas piezas se haría mediante un mecanismo en cadena La respuesta nos la han dado ahora científicos de la Universidad de Cambridge, que han tratado de explicar el proceso de formación de los flagelos en las bacterias. Antes se solía pensar que las piezas de esta increíble nanomáquina se iban insertando mediante un mecanismo similar a la difusión a lo largo de una estructura que luego daría lugar al flagelo.

Pero sus resultados, publicados en Nature, no parecen corresponder con estas ideas. La tasa de formación de estas proteínas es constante, por lo que parece ser que las bacterias prefieren emplear un mecanismo en cadena, que supone un ahorro energético considerable en estas células tan pequeñas.

Entender la construcción y desplazamiento de los nanobloques que forman parte del flagelo de las bacterias ayudaría en el futuro, según los científicos británicos, a impulsar la I+D+i en nanotecnología. ¿Servirán las bacterias para construir los nanomateriales del futuro?

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