Vinoth Chandar (Flickr)

No somos los mismos cuando estamos en nuestra más tierna infancia que cuando comenzamos la adolescencia. Hacerse mayor no es solo una tarea poco sencilla, sino que hasta ahora, los científicos conocían más bien poco sobre los cambios que tienen lugar en nuestro sistema nervioso para pasar de una etapa a otra de nuestra vida.

Porque, naturalmente, hay muchos variaciones en nuestro cerebro que aún no acertamos a comprender. Sin embargo, es un hecho irrefutable que nuestro comportamiento cambia radicalmente de la niñez a la adolescencia. ¿Estas diferencias estaban motivadas por modificaciones hormonales únicamente?

Un trabajo de investigación coordinado por el equipo de Manel Esteller, del IDIBELL de Barcelona, y publicado en la prestigiosa revista Science parece indicar que existen ciertos trucos que desconocíamos hasta el momento, y que son imprescindibles para hacerse mayor.

La receta parece esconderse dentro del epigenoma, que tal y como explican en la Agencia SINC, es el "conjunto de señales químicas que se encargan de encender o apagar los genes de nuestro ADN". Podríamos entender entonces que nuestra información genética se encuentra en la instalación eléctrica de nuestros organismos, pero que solo con estos interruptores químicos, podremos encender y apagar las bombillas de nuestro propio ADN.

El trabajo del equipo de Esteller analizó el epigenoma de recién nacidos, jóvenes de 16 años y adultos de 25 y 50 años residentes en Estados Unidos y Cataluña. Lo que comprobaron fue que había cambios evidentes en el epigenoma del córtex frontal, la zona del cerebro encargada de la conducta y de la adquisición de información. En otras palabras, hacerse mayor implica modificaciones importantes de nuestros interruptores genéticos: no expresamos las mismas porciones de ADN en nuestra infancia y adolescencia, lo que en parte podría condicionar nuestro cambio de conducta.

Los diferentes patrones de metilación encontrados en los distintos tipos de células hacen que se expresen genes específicos en cada caso. Además, según Esteller, las señales químicas que encienden o apagan el ADN en las neuronas son distintas de las del resto del organismo. El hallazgo de estos científicos supone una aproximación totalmente diferente a la biología del cerebro y al estudio de los cambios conductuales que se dan a lo largo de nuestra vida.

Ya no es solo evidente que hacerse mayor requiera unos patrones epigenéticos específicos, sino que quizás también necesitemos de otras aproximaciones de investigación para entender algunas enfermedades relacionadas con el cerebro. ¿Qué peso tendrá el epigenoma en la aparición de problemas como el autismo o la esquizofrenia? En el futuro quizás sabremos más sobre la relación de nuestro cerebro, la expresión genética y los interruptores epigenéticos que regulan esta.

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