El formato RAW, el formato "rarito" como lo llaman los que lo desconocen y lo ven en el menú de su cámara, debería ser el formato por excelencia de la fotografía digital. Pero la industria y el público se han inclinado por el jpeg; en el mundo de la música por el mp3; en el mundo del vídeo por el divx...¿soy yo o parece que la gente es feliz con la información comprimida, sin complicaciones, pues la realidad es difícil de manejar? Son buenos formatos, pero no dan toda la calidad que podríamos disfrutar. En el mundo de la fotografía la cosa tiene más delito, pues absolutamente todas las cámaras disparan en RAW, pero sólo unas pocas permiten acceder a esa información. La mayoría desmenuzan y fragmentan y ofrecen una pequeña parte al fotógrafo, el formato jpeg.

El mundo digital se vende como la manera definitiva de conseguir mejores fotos de forma instantánea, pero si lo que busca el fotógrafo es la calidad, no le queda más remedio que olvidarse de las siguientes cosas:

  • Trabajar en jpeg. Es una interpretación, por parte del software de la cámara, de la información pura recogida por el sensor, sin posibilidad de volver al origen. El formato jpeg es un formato comprimido por el software interno de la cámara. Ocupa poco espacio, y ésta es su gran ventaja junto con su versatilidad, pues son capaces de descifrarlo casi todos los programas informáticos. Pero si queremos tener un abanico más amplio de posibilidades a la hora de trabajar con nuestras fotos, es un formato que se queda pequeño, y ni siquiera es compatible con 16 bits.
  • El espacio de color sRGB. Se ha convertido en el estándar, por el poco espacio que ocupa, de Internet y del monitor medio. Presenta una gama de colores reducida, sobre todo en la zona de los cianes y los azules. Precisamente por esto no es aconsejable disparar y editar en este espacio, pues se pierde demasiada información valiosa.
  • Trabajar con ocho bits por canal. Es la cantidad máxima de bits que puede alcanzar el formato jpeg. El número de bits afecta a la profundidad del color. Una foto de 8 bits quiere decir que por cada píxel tiene 256 valores de cada color (RGB) que lo conforma. Un píxel es la representación de un número en código binario y puede representar tantos colores como número de bits lo definan. Un píxel con una profundidad de 8 bits tiene 28 o 256 valores posibles. Y un píxel con una profundidad de 12 bits tiene 212 o 4.096 niveles. Con los 16 bits de Photoshop, la cantidad de información es tal que permite editar sin miedo a quedarse sin información.

Y como muestra un ejemplo, los dos histogramas de la foto de entrada hemos ajustado niveles tres veces. La única diferencia es que en el primer ejemplo está a dieciséis bits, y en el segundo a ocho.

Los espacios vacíos señalan que las pérdidas en esos espacios, que no hay una gradación constante de colores, que hay saltos de información. Sin embargo, en el primer caso, donde hemos trabajado a 16 bits, no se producen esos escalonamientos, ese peine en el argot informático, ¿por qué? Al trabajar con el doble de bits, pasamos de 256 tonalidades a, como máximo, 65.536 tonalidades, o lo que es lo mismo, 281 billones de colores. La diferencia llama la atención, y confirma la ventaja de trabajar con semejante cantidad de bits, aunque con un primer vistazo no lo notemos.

El formato RAW es la solución a todas estas limitaciones, además es el más agradecido con los errores humanos. Desde luego, no es tan cómodo como el jpeg, pues necesita tratamiento posterior, pero sus posibilidades son mayores, y es el único formato que se puede equiparar o superar la calidad de los 35 mm. Definido de manera académica, es la información en bruto del sensor de la cámara que es necesario convertir en un formato manejable por Photoshop o similares. Y he aquí su gran desventaja. Es un formato protegido, por lo que cada cámara de cada marca tiene su propio formato RAW, por lo que nos vemos obligado a abrirlo con el programa de la cámara o esperar a que nuestro programa de edición favorito se actualice, lo que suele pasar con suma rapidez. Se tiende hacia un formato RAW estándar, llamado DNG, de Adobe, pero tardará, desafortunadamente, en imponerse. Algunas marcas ya lo traen de serie, como Leica, que prefiere olvidarse de desarrollar un formato propietario.

Uno de los motivos más peregrinos que hemos escuchado es que las grandes marcas quieren que el fotógrafo esté encadenado de principio a fin a su sistema, y quieren que los revelados se hagan con sus programas, sin depender de terceros...Y la verdad es que revelar un .CR2 o un .NEF con sus programas originales es pesado, muy poco práctico y poco menos que un suicidio temporal si tenemos prisa, pero la calidad es impresionante. Os lo aseguramos.

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