Estrenar una película en Internet antes de llevarla a las salas de cine suena como un movimiento contraintuitivo. Normalmente, las cintas que optan por el streaming lo hacen porque no encuentran otro mecanismo de difusión, por lo que suena inusual que La Sirga, un filme que llegará a las pantallas el viernes 24, pueda verse en Internet desde este jueves a las 20:00 horas. Ojo, que no se trata de cualquier cinta, sino de un trabajo que ha participado en el Festival de Cannes y ha sido galardonado en San Sebastián.

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Para los realizadores de La Sirga, la premiere en Internet obedece a una estrategia de difusión. Mientras que muchos pensarían que verla en la red afectaría la respuesta en la taquilla, los productores piensan lo contrario. Para ellos, que el filme pueda ser visto un día antes puede generar un efecto de resonancia, contribuyendo a crear una campaña de recomendaciones de boca en boca. Así, lo que de inicio parecería un problema, se convierte en una herramienta.

A propósito, el tema me recuerda una discusión que tuve hace tiempo sobre la economía de la abundancia. En Internet, la mayoría de los bienes son ilimitados (en el sentido de que puedo hacer y distribuir tantas copias como yo quiera). Una película por streaming sólo estará limitada por el tipo de conexión que tenga, pero la puedo mirar cuantas veces quiera prácticamente sin costo; por el contrario, en la economía de la escasez, el valor se da por la disponibilidad. En este caso, lo que se paga no sólo es mirar la película, sino la experiencia de hacerlo en el cine.

Bien, la reflexión de los creadores de La Sirga va un poco por ahí. Habrá gente que quiera mirarla en la red, pero hasta ahora, verla en la pantalla del ordenador no se equipara con hacerlo en una sala de cine. Si la película les ha gustado, optarán por comprar un boleto para mirarla de nuevo en pantalla grande; o incluso, en recomendarla a algún amigo. Los nuevos modelos de distribución deben moverse en esos ejes: aprovechar la abundancia que proporciona la red para capitalizar los bienes escasos del mundo físico.

Así mismo, es importante que se deje de percibir a Internet sólo como una alternativa para los cineastas que no encuentran espacios más convencionales. ¿Por qué ambos no pueden convivir? La apuesta suena interesante: que quienes deseen mirarla en web lo hagan; quienes opten por pagar un boleto de cine, también. Contrario a lo que nos quieren hacer creer los grandes estudios, que un filme esté en la red no implica que las finanzas en la taquilla vayan a ser afectadas negativamente. Ojalá más aprendan y se animen a intentar este modelo.

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