Escultura

La fotografía es un proceso de creación que surge a mediados del siglo XIX en Francia. Es la domesticación de la luz, la fijación del tiempo. Nunca antes se había conseguido proeza semejante.

Los hombres que, en 1839, asistieron asombrados a la presentación del daguerrotipo en la Academia de las Artes de París, creían, al oír las palabras de Aragó, que el hombre estaba alcanzando cotas de genialidad inimaginables. Desde el principio la fotografía se consideró como una sierva de las artes, como un complemento más para el avance de las ciencias:

Para copiar los millones y millones de jeroglíficos que cubren, en el exterior incluso, los grandes monumentos de Tebas, de Menfis, de Karnak, etc... se necesitarían veintenas de años y legiones de dibujantes. Con el daguerrotipo, un solo hombre podría llevar a buen fin este trabajo inmenso.

Y ésta fue una tara que arrastró durante mucho tiempo, que provocó que la fotografía tuviera un buen número de enemigos, acusada de provocar la deshumanización del arte, arrastrarla a la pura mecanicidad.

No estaban lejos de la verdad. La gran mayoría de los pintores frustrados se pasaron al nuevo proceso para tratar de conseguir ingresos rápidos y relativamente fáciles. Los burgueses, la clase media, querían a toda costa destacar sobre sus vecinos y acercarse a los nobles y a sus tendencias, y lo más moderno era hacerse un retrato, una carta de visita, cartes de visite , herederas de los retratos en miniatura. Ir a un estudio fotográfico era más asequible y relativamente más cómodo que posar varios días para un pintor. Ahora sólo tenían que estar veinte minutos totalmente quietos con el único apoyo de un aparato, más parecido a un garrote vil que a otra cosa, sin parpadear, y podían llevarse a sus casas ocho retratos que cabían en la cartera. Los pintores cambiaron sus pinceles por una máquina y siguieron cultivando su mediocridad en un oficio que habían calificado “sin alma ni intención ”.

Cambiaron el medio, pero el fin siguió siendo el mismo. Reciclaron los fondos artificiales y artificiosos retratados cientos de veces por su paleta y siguieron colocando a los clientes, que asistían entusiasmados a la novedad, con poses rígidas, estereotipadas e impersonales. El resultado no ayudaba en absoluto a la buena fama de la fotografía. El asunto llega más lejos cuando se descubre que estos individuos retocaban las imágenes de plata hasta el punto de que el retratado no se reconocía detrás de capas de pintura que escondían sus defectos, como arrugas, calvicies y demás, hasta el punto de parecer más un retrato de un ser ideal que de un ser real.

Además de los propios fotógrafos, grandes personalidades del mundo de la cultura negaron la categoría de arte a la fotografía. Charles Baudelaire dijo de la fotografía, entre otras cosas:

Es una invención debida a la mediocridad de los artistas modernos y el refugio de todos los pintores fracasados... La inmunda sociedad se abalanzó, como un solo Narciso, a contemplar su trivial imagen sobre el metal... el amor de la obscenidad, tan agudo en el corazón natural del hombre como pueda serlo el amor de sí mismo, no dejó escapar esa inmejorable ocasión de satisfacerse.

No se puede negar que tenía razón. La práctica de la fotografía se convirtió en un cajón de sastre, y muy pocos apuntaban calidad alguna: Nadar, Carjat... hicieron retratos que aún hoy no han sido superados, por su profundidad psicológica, por el sabio empleo de la luz. Sus imágenes permiten imaginar historias, descubrir verdades ocultas en los rostros de los protagonistas de la historia del siglo XIX. Baudelaire, con todas sus reticencias, no puede evitar mostrarse como un hombre asustado ante el objetivo.

Por otra parte, no hay que olvidar que este poeta maldito, masacrado por la sociedad, se consideraba un aristócrata, y como tal era un elitista contrario a las masas; y la fotografía es, precisamente, un movimiento social, democratizador, que acerca el mundo del mismo modo que, en su tiempo, la imprenta:

No tardaremos en ver cómo las hermosas estampas que sólo se encontraban en los salones de los aficionados ricos, adornarán incluso la humilde morada del obrero y del campesino.

Otros personajes contrarios al nuevo descubrimiento fueron Lamartine, que lo calificaba como “plagio de la naturaleza ”, aunque luego rectificó y denominó a la fotografía como “el fenómeno solar mediante el cual el artista colabora con el sol. ” Delacroix, Ingres, y una serie de artistas llegaron a firmar manifiestos en contra de la consideración de la fotografía como arte. Es la negación de la novedad, denunciar la calificación de arte a un procedimiento desconocido por los clásicos griegos y romanos, como llegó a decir Ingres, anquilosado en el pasado glorioso que quería reconstruir. Consideraban el arte como pura creación imaginaria y la fotografía como simple instrumento de una memoria documental de lo real. Es la misma idea que tiempo atrás había dicho Arago en su discurso de apoyo a Daguerre en 1839 en la Academia de París.

También hubo corrientes en apoyo de la fotografía como algo más que una comparsa de las ciencias, como un instrumento de precisión. Partiendo de estas mismas premisas, pero sin su connotación negativa, intelectuales como Walter Benjamin, Picasso o André Bazin vieron la liberación del arte por la fotografía, pues el arte de la luz pasaba a tomar cargo de la representación de la realidad. El arte por el arte:

Libera a la pintura de toda anécdota, de toda literatura e incluso del tema.

Recibe cada mañana nuestra newsletter. Una guía para entender lo que importa en relación con la tecnología, la ciencia y la cultura digital.

Procesando...
¡Listo! Ya estás suscrito

También en Hipertextual: