Leer la mente es un fascinante libro del escritor mexicano Jorge Volpi en el que escudriña los misterios de la mente humana desde la perspectiva de un creador de ficción.

Una opinión extendida sostiene que la ficción no sirve para nada. Más aún, la ficción, como el arte en general, es valiosa porque es inútil, no tiene ningún propósito práctico y su único valor es el de proporcionar placer. En Leer la mente, Jorge Volpi se propone rebatir esta opinión y lo hace brillantemente a lo largo de las escasas ciento setenta páginas que contiene el libro.

Mi hipótesis central: si la ficción es una herramienta tan poderosa para explorar la naturaleza -y en especial la naturaleza humana-, es porque la ficción también es la realidad.

La ficción, la novela, los cuentos, las películas, el teatro, las series, los videojuegos no solo son útiles y prácticos. Son imprescindibles para el desarrollo del individuo y la especie humana. La ficción es un experimento mental que me permite vivir un mundo imaginario y buscar respuestas en él, expandir mi mente, hacerme más humano. En la ficción vivo en el otro, experimento sus miedos y alegrías, sus aciertos y fracasos. Una buena película no me hace pasar una buena tarde, cambia mi vida.

Uno de los productos de la imaginación soy yo mismo. Me invento, me construyo. Yo soy una ficción. Y más aún tú. Eres una ficción producto de mi mente. Naturalmente tú eres real y externo a mí, pero además eres una idea compuesta de otras ideas, de mis sensaciones sobre ti, de mis ideas previas, de mis necesidades y mis potencialidades. Yo soy una ficción y tú también. Aunque nos basamos en hechos ciertos y externos. Somos ficciones verdaderas. Una novela es una ficción que no es verdadera, aunque no necesariamente es falsa, es un simulacro de la realidad. Y si bien es cierto que todos somos ficciones, no lo es menos que todos somos creadores. Nuestro cerebro no reproduce la realidad exterior, la interpreta, la crea.

Tan provocador argumento es a su vez cierto. Volpi realiza una análisis de los temas más candentes en la neurociencia actual con un acento personal y provocador. La conciencia, el Yo o la memoria son algunos de los temas que trata. La bibliografía final recoge los más importantes títulos del estudio de la mente en la actualidad. Volpi es leído, erudito, ameno, genial.

Aunque el libro es excelente, contiene alguna imprecisión y superficialidad. Discrepo en concreto con su interpretación de la conciencia. Según él, la conciencia es la conciencia del Yo, la autoconciencia. A mi entender son cosas distintas. Soy consciente de la realidad y como parte de esa realidad, como parte muy importante, soy consciente de mí mismo. Volpi no desvela el enigma de la conciencia. si lo hiciera, el mundo se volvería hacia él. Nadie es capaz hoy de plantearse siquiera de forma adecuada el mayor misterio al que nos enfrentamos, el llamado problema difícil de la conciencia: por qué o cómo una realidad material, el cerebro, crea una realidad inmaterial (porque la conciencia es real), la mente. Estamos muy lejos de la solución.

La explicación de la memoria es por el contrario brillante. Exigimos a la memoria un esfuerzo para el que no está diseñada, recordar minuciosamente los detalles de nuestra historia, de las historias de los otros, de otras historias, de la Historia. Pero la memoria es caprichosa, se acuerda de lo que le place, de lo que es interesante, de lo que es emocionante. La memoria fabula y falla. Confundimos lo vivido con lo imaginado y con lo que hemos visto realizar a los otros. Y la memoria solo tiene un objetivo: predecir el futuro.

Pero el cerebro cuenta con un solo material a partir del cual dibujar los escenarios del porvenir -el pasado, por supuesto.

También habla de las ideas.

Solo los más ambiciosos y los más cínicos, empresarios, agentes y creadores, tienen la desfachatez de defender a ultranza los derechos de autor. Las ideas son un patrimonio común -todos somos piratas.

He leído muchos libros y artículos sobre el cerebro. Leer la mente no es un libro de divulgación al uso. Creado por un escritor, por un artista, explica de forma clarividente la mente humana. Y lo hace de una forma bella. Decenas de anécdotas, visiones personales, analogías y simbolismos ilustran una obra que en esencia es hermosa.

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