A día de hoy muchos siguen viendo a EEUU como la superpotencia económica y política mundial, y de hecho, lo es. Su influencia en la forma de actuar del resto de países del mundo y en los mercados financiaros llega a límites inimaginables, pero si nos trasladamos al sector informático, y más concretamente al sector de la conectividad, Suecia puede superar claramente al país norteamericano y ser considerada la superpotencia mundial de las redes y de Internet.

¿Qué supone esto para el país nórdico y para el resto del mundo? A priori puede no parecer importante, pero si echamos un vistazo a las revueltas y manifestaciones del año pasado, y al cada vez mayor peso que tiene Internet y las personas que lo componen en todos los asuntos políticos del mundo, Suecia se coloca en un puesto preferente respecto a sus competidores, y más concretamente, respecto a Estados Unidos.

En 2009 tuvo bastante repercusión un artículo escrito por Anne-Marie Slaughter y publicado por el Consejo de Relaciones Exteriores estadounidense en el que se trataba precisamente este tema, exponiendo cómo el poder afecta y es afectado por las redes y concretamente por Internet. En él se exponía la teoría de que la forma de medir el poder es la conectividad de los países, y que EEUU cumplía los requisitos para estar a la cabeza en ese ámbito.

Ha sido la propia Anne-Marie Slaughter la que ha querido actualizar su teoría introduciendo el concepto de Poder colaborativo, hablando de las manifestaciones de la llamada primavera árabe, dando una notable importancia a las redes sociales y describiendo unas características en las que Suecia se postula como la potencia mundial de la conectividad:

Una población pequeña y menos segregada políticamente, independientemente de su afiliación Inmigración y por lo tanto conexiones con multitud de países Exposición internacional de una población joven Gobierno abierto y transparente * Igualdad social y económica

Las diferencias con Estados Unidos son obvias en varios de los puntos descritos, aunque tal vez lo que más llama la atención es el hecho de que el país nórdico cuenta con una población total inferior a los 10 millones de habitantes, en contraposición de los más de 300 millones de estadounidenses que se reparten en ciudades superpobladas, como Nueva York, que prácticamente duplica la tasa de población sueca.

De todos los puntos descritos por Slaughter, sin duda los más importantes son los dos primeros. La población es menor, sí, pero eso significa que es más manejable políticamente, no por el gobierno de turno, sino por ella misma. Una población pequeña suele ser sinónimo de una población menos seccionada, y pese a que como en todas partes, en Suecia también hay tendencias políticas como las popularmente llamadas de izquierdas o derechas, la población favorece la tecnocracia: realmente no importa la derecha o la izquierda, importan las soluciones eficaces, y éstas se anteponen a las ideologías. En otros países como Estados Unidos o incluso España el cambio de gobierno significa dar completamente la vuelta a las políticas aplicadas por el gobierno anterior, que ahora tratará de dificultar la aprobación de nuevas soluciones.

Respecto a la inmigración, Suecia ya supera a Estados Unidos a la hora de hablar de población nacida en el extranjero, con aproximadamente un 15% sobre el 12.5%, y la población extranjera es algo cada vez más común y más aceptado. En Norteamérica un gran sector de la población –y esto va íntimamente relacionado con lo que dije en el párrafo anterior– ve la inmigración como una amenaza contra un país que está en crisis y donde falta trabajo. Parece que en éste terreno, Estados Unidos fuera hacia atrás, mientras que en Suecia son cada vez más las personas que llegan de otros países no sólo europeos, sino también latinoamericanos, y por supuesto, fortalecen esas redes de las que habla el concepto de poder colaborativo.

Además, es el propio gobierno y autoridades suecas las que están potenciando con iniciativas el fortalecimiento de dichas redes. Una de las iniciativas es la YLVP, que podría traducirse como el programa para jóvenes líderes visitantes, que se centra en ofrecer una serie de cursos y seminarios a favor de la neutralidad en la red. Muchos de los asistentes indican además que es precisamente esa neutralidad sueca, el lagom, lo que motiva no sólo a los participantes sino a la población a confiar en Internet como un medio mediante el cual obtener metas comunes, y, definitivamente, cambiar el mundo con su ayuda.

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