Hace unos días comentábamos que en la Universidad del Sur de California estaban trabajando con modelos tridimensionales para representar el genoma humano y, así, poder estudiar en mayor profundidad y con mayor precisión, por ejemplo, el comportamiento de las células sanas y células cancerígenas. Como bien decía Lin Chen, el responsable del proyecto, cualquier proceso biológico se desarrolla en un espacio tridimensional y, por tanto, la utilización de modelos en 3D era fundamental para realizar estudios precisos. Siguiendo por esta misma senda, un grupo de investigadores ha publicado en la prestigiosa revista Cell un mapa tridimensional con el genoma de uno de los insectos que más se suelen utilizar en la investigación, la mosca de la fruta.

Si bien la secuencia de nucleótidos del genoma influye en las funciones de los genes, no es el único factor que la determina y, por ello, los investigadores están trabajando en esta tercera dimensión para poder obtener una visión mucho más fiel de cómo contribuyen a las funciones de los genes. Según comentaba Giacomo Cavalli del Instituto de Genética Humana de Montpellier (Francia):

Conceptualmente, estamos entrando en una nueva era. Hace 40 años nos fijábamos en un único gen, ahora sabemos que debemos mirarlos en su contexto, es decir, en un modelo 3D

El equipo de investigación, formado por miembros del Instituto de Genética Humana de Montpellier (Francia), el Departamento de Ciencias de la Computación y Matemática Aplicada y el Departamento de Regulación Biológica del Instituto de Ciencias Wizmann de Israel y el GenomiX IBiSA de Montpellier (Francia) ha publicado un trabajo en el que muestra que el genoma de la mosca de la fruta se divide en diferentes dominios físicos, por un lado los genes activos y, por otro lado, los genes reprimidos.

¿Y por qué es importante generar este mapa 3D del genoma de una mosca? Aunque sea el genoma de una mosca, el mapa de gran resolución obtenido abre la puerta a la elaboración de estudios genéticos mucho más fidedignos y, si tenemos en cuenta que la mosca cuenta con unos 13.600 genes frente a los más de 22.000 del ser humano, la representación de las conexiones entre ellos puede ser algo más sencillo de calcular (menor volumen de procesamiento) y puede permitir depurar el procedimiento para, así, poder elevar la complejidad de los genomas a estudiar.

Estos trabajos, a largo plazo, pueden servir de base para el estudio del comportamiento de las células ante enfermedades como el cáncer ya que, en estos casos, las células experimentan cambios en sus genes y gracias a estos mapas podrían estudiarse con mayor precisión, si bien es cierto que este tipo de mapas aún están en una fase muy temprana y pasarán algunos años hasta que puedan utilizarse como un recurso más en las investigaciones.

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