De entre los muchos fenómenos naturales que se dan en nuestro planeta, uno de los más bellos a la par que poderosos son los rayos de las tormentas eléctricas, que a su vez causan el fenómeno llamado resonancia de Schumann sobre el que nos acabamos de llevar una interesante sorpresa.

En determinados momentos llegan a producirse hasta 2.000 tormentas eléctricas en la Tierra de manera simultánea, generándose unos 50 rayos por segundo. Cada uno de ellos crea ondas electromagnéticas que empiezan a circular alrededor del planeta, quedando encapsuladas entre la superficie terrestre y el inicio de la ionosfera de la atmósfera situado a unos 60 kilómetros de altitud. Entonces ocurre la magia: algunas de esas ondas, si tienen la longitud de onda justa, se combinan aumentando su fuerza para dar lugar finalmente a un latido atmosférico de gran energía, el conocido con el nombre de resonancia de Schumann.

Eso fue lo que predijo matemáticamente Winfried Otto Schumann por el 1952, de ahí que el fenómeno lleve ese nombre en su honor -a pesar de que el gran Nikola Tesla lo observó por primera vez todo hay que decirlo-. Desde entonces se pensaba que ya lo sabíamos todo sobre la resonancia de Schumann, una herramienta muy útil para analizar el clima de la Tierra o incluso determinar qué tipos de átomos existen en la atmósfera, pero nuevamente nos equivocábamos.

Y es que recientes mediciones tomadas por el instrumento Vector Electric Field Instrument (o VEFI) de la NASA, que viaja a bordo del satélite Comunication/Navigation Outage Forecast System y sirve para medir campos electromagnéticos, ha detectado trazas de la resonancia de Schumann en el espacio exterior. Toda una sorpresa, ya que como predijo el matemático y venían corroborando todos los modelos de la resonancia de Schumann, las ondas de la misma deberían estar enjauladas entre el suelo y la ionosfera.

El nuevo hallazgo supone dos cosas. Por un lado que vamos a tener que modificar lo modelos. Por el otro, y lo mejor de todo, que podremos medir la resonancia desde el espacio gracias a lo que, en combinación con mediciones sobre el terreno, los científicos contarán con más datos que les permitirán estudiar mejor los rayos, las tormentas eléctricas o la baja atmósfera.

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