Un periodista del Guardian, en un acto de negligencia tremenda o malicia, y en violación de un acuerdo de seguridad firmado con el editor en jefe del Guardian Alan Rusbridger, ha revelado contraseñas confidenciales [para acceder] al archivo completo y sin editar del Cablegate de WikiLeaks. Hemos hablado ya con el Departamento de Estado y hemos comenzado una acción de litigio previo.

El caso de la liberación de cientos de cables diplomáticos sin editar tiene un nuevo actor: el diario británico The Guardian. Este lunes, un fichero con una parte de los 251 mil documentos originales fue expuesto en Internet, junto con las contraseñas de cifrado. El principal sospechoso de esta acción es Daniel Domscheit-Berg --fundador de OpenLeaks y antiguo colaborador de Julian Assange-- quien es responsable de la destrucción de los cables inéditos del Bank of America.

El archivo con los cables sin editar estaba circulando en Internet desde inicios de 2011, pero se trataba de un fichero protegido y oculto. Sin embargo, la publicación de la contraseña permitió el acceso indiscriminado a los documentos originales. Ahora, en una editorial, WikiLeaks explica que fue David Leigh, periodista del The Guardian, quien reveló esta clave en su libro sobre la organización. Además, WikiLeaks señala que ya han comenzado con acciones legales en contra Leigh y "un individuo en Alemania que estuvo distribuyendo las contraseñas del Guardian para provecho personal", en referencia a Domscheit-Berg.

Las relaciones entre WikiLeaks y David Leigh han sido tensas desde el inicio. En el texto, la organización recapitula que el periodista pasó el archivo del Cablegate al The New York Times sin consentimiento de Assange, cuando el plan original era publicarlos en The Washington Post. Así mismo, señalan que Leigh fue el responsable de señalar a Bradley Manning como la fuente de los cables diplomáticos en su libro, comprometiendo su caso ante la corte militar. WikiLeaks también se ha quejado de la negativa del The Guardian de guardar los cables en ordenadores sin acceso a Internet. A la postre, la ética de David Leigh ha sido puesta en duda en los últimos meses, no sólo por la redacción apresurada del libro de WikiLeaks --escrito en sólo tres semanas--, sino por el caso de espionaje telefónico del tabloide News of the World.

En contraparte, The Guardian ha dicho que es un sinsentido acusar al diario por la filtración de la contraseña:

No tiene sentido sugerir que el libro sobre WikiLeaks del The Guardian haya comprometido la seguridad en cualquier manera. Nuestro libro sobre WikiLeaks fue publicado en febrero. Contenía una contraseña, pero no tenía detalles sobre la localización de los ficheros, y nos dijeron que se trataba de una contraseña temporal que expiraría y sería borrada en cuestión de horas. Es una pieza de información irrelevante salvo para la persona que creó la base de datos. Ninguna preocupación fue expresada cuando el libro fue publicado y si alguien en WikiLeaks hubiera pensado que esto comprometía la seguridad, tenían siete meses para borrar los archivos. Que no lo hicieran muestra claramente que el problema no fue causado por el libro del The Guardian.

Por lo pronto, WikiLeaks señala que ya se ha puesto en contacto con diferentes organizaciones de derechos humanos como Human Right Watch o Amnistía Internacional, para vigilar el bienestar de las fuentes expuestas. También han contactado con la embajada de Estados Unidos en Reino Unido y con el Departamento de Estado para intercambiar información, aunque éste último se rehusó a reunirse en persona con Julian Assange.

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