Ahora que los viajes espaciales del transbordador espacial han terminado y parece que se avecina una época de parón en los viajes espaciales de la NASA (que tendrán que recurrir a la Soyuz rusa), es buen momento para echar la vista atrás y conocer a un español no demasiado conocido pero que tuvo una importante relación con la NASA estadounidense y con la exploración espacial ya que sentó las bases de lo que serían los trajes y escafandras espaciales que se utilizaron, y se siguen utilizando, en las misiones espaciales. Hablamos de Emilio Herrera Linares y la escafrandra estratonáutica.

Emilio Herrera Linares (Granada, 13 de febrero de 1879 - Ginebra, 13 de septiembre de 1967) fue un coronel de aviación del ejército español además de un prestigioso ingeniero militar y científico que llegó a ser presidente del Gobierno de la República española en el exilio. Descendiente de Juan Herrera, arquitecto del Monasterio de San Lorenzo del Escorial, entró en el ejército en 1903 con el grado de teniente y siempre se interesó por los globos aerostáticos, llegando a participar en competiciones internacionales. Con el paso de los años se fue especializando cada vez más en el campo de la aeronaútica y en 1915 fue enviado a Estados Unidos a adquirir los primeros hidroaviones del ejército español.

En 1918 intentó crear una línea aérea transoceánica, la Transaérea Colón, para unir Europa y América con los dirigibles que estaba diseñando Leonardo Torres Quevedo, sin embargo la idea fue desarrollada también por una empresa alemana que encarnó la idea en el famoso dirigible Graf Zeppelin al que fue invitado a pilotar como segundo comandante y con el que dio una vuelta al mundo. Durante los años 20 colaboró con Juan de la Cierva en el desarrollo del autogiro, el precedente de los helicópteros, además de impulsar el Laboratorio Aerodinámico de Cuatro Vientos (de 1921) que poseía un túnel de viento y que sería el precursor del actual INTA español. Durante su etapa en este laboratorio comenzaría a trabajar en el diseño de la vestimenta y sistemas de respiración para pilotos de aviones y tripulantes de globos y dirigibles.

En 1931, año en el que se proclama la Segunda República en España, la Sociedad de Naciones había designado a Emilio Herrera Linares experto mundial en aviación algo que junto a sus estudios, en 1932, le abrirían la puerta de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de España en cuyo discurso de ingreso adelantó que se encontraba trabajando en un globo aerostático que permitiese el ascenso a la estratosfera para su estudio y, además, un traje con escafandra que permitiese al piloto sobrevivir al ascenso.

Tras ser nombrado miembro de la Academia de Ciencias y bajo los auspicios de esta institución y de la Sociedad Geográfica, presenté un proyecto de ascensión estratosférica en un globo de 37.000 metros cúbicos, con barquilla abierta, en el que debía ascender a 26 kilómetros de altitud protegido por una escafandra del espacio, cuya descripción fue publicada en la revista Ciencia Aeronáutica, de Caracas

Emilio Herrera

Herrera trabajó en este doble proyecto durante 1935, donde desarrolló un globo que podía ascender hasta 26.000 metros de altitud y, además, en un traje espacial con micrófono, sistema de respiración antivapor, termómetros, barómetros y herramientas para medir y recoger muestras. Este precursor de los trajes espaciales la denominó escafandra estratonáutica.

El vuelo de este globo nunca tuvo lugar al estallar la Guerra Civil Española y Herrera, que militó en el bando republicano, tuvo que exiliarse en Francia en 1939, así que el proyectó quedó en dique seco. Aún así, Herrara fue capaz de realizar un traje de seda vulcanizada que se perdió en la guerra porque fue cortado para aprovechar el tejido y coser chubasqueros para las tropas. El traje llevaba en su interior una funda hermética recubierta de un armazón metálico articulado con pliegues parecidos a un acordeón y tenían partes articuladas en hombros, cadera, codos, rodillas y dedos. La movilidad del traje se probó en el Laboratorio de Cuatro Vientos con bastante éxito.

La escafandra estratonaútica se alimentaba con oxígeno puro y, por ello, Herrera diseñó un micrófono especial sin carbono que evitase cualquier tipo de chispa eléctrica que provocase la ignición del traje. El visor del casco estaba compuesto por tres capas de cristal: uno de alta dureza (irrompible), otra con un filtro ultravioleta y una exterior inmune a los infrarrojos que se completaban con un tratamiento antivaho. Además, el interior del traje estaba calefactado y era capaz de mantener una temperatura de 33 ºC en un ambiente de -79 ºC, sin embargo, este calor era algo excesivo para el piloto dado que el problema del traje presurizado estaba en la eliminación del calor sobrante producido por el cuerpo humano, sin embargo, cuando estalló la guerra no pudo continuar con el proyecto.

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La NASA se basó en los diseños de Herrera para el desarrollo de sus trajes espaciales, de hecho, pidieron su colaboración para trabajar en el programa espacial norteamericano, sin embargo, no llegó a ningún acuerdo y no participó activamente en él. Según contó uno de sus ayudantes:

Cuando los norteamericanos le ofrecieron a Herrera trabajar para su programa espacial con un cheque sin limitaciones en ceros, él pidió que una bandera española ondeara en la Luna, pero le dijeron que sólo ondearía la de Estados Unidos

Aún así, Neil Armstrong entregó una de las rocas lunares a uno de los antiguos colaboradores de Herrera, Manuel Casajust Rodríguez, que sí trabajó en la NASA en el programa espacial, para que se la hiciesen llegar a sus familiares y que, al final, terminaría siendo expuesta en el Museo del Aire de España hasta que desapareció en el año 2004. Emilio Herrera no pudo ver la gesta espacial del 20 de julio de 1969, había muerto dos años antes en Ginebra.

Una interesante historia que demuestra que ideas españolas también contribuyeron a los primeros años de la exploración espacial.

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