Me comentaba el otro día mi amigo Carlos González, de Asesoría del Videojuego, cómo sistemas de clasificación por edades como PEGI (Pan European Game Information) resultan en muchas casos ineficaces, situándose más títulos de los que debiesen por debajo de la barrera de los 18 años. Marcados intereses comerciales motivarían tan fraudulentas rebajas.

Toda clasificación está sometida a la subjetividad de quien juzga, resultando harto complicado determinar si los baremos del organismo en cuestión se encuentran contaminados o no por apreciaciones personales o presiones de algún tipo. Así, la diferencia entre un +16 y un +18 en la carátula de según qué título es vista por unos como producto de sutilezas y por otros como la más clara muestra de hasta qué punto este tipo de numerandos afectan a las ventas del juego en cuestión: las compañías siguen creyendo que cuanto más bajo el número, mayor su audiencia potencial. Menuda tontería.

Nada importa hoy día la edad recomendada en videojuegos respecto a ventas. ¿Por qué? Porque los padres pasan soberanamente de este tipo de códigos y los retoños de casa siguen accediendo con pasmosa facilidad a productos que en principio no le son en absoluto recomendables. ¿Cuántas copias del último Grand Theft Auto se han vendido a menores por ejemplo?

¿Quién tiene entonces la culpa: unos volubles sistemas de clasificación o los compradores que los ignoran sin remisión?

La polémica vuelve a estar servida de la mano de la ESRB (organismo norteamericano no lucrativo encargado de clasificar cada año más de 1.000 juegos) quien, ante la abrumante proliferación de títulos digitales, ha decidido articular un sistema independiente de regulación.

A partir de la próxima semana, todo juego de DSiWare, Playstation Network, Xbox Live y WiiWare recibirá su clasificación de acuerdo a un cuestionario que han de rellenar los propios desarrolladores. ¿Véis la incoherencia? Se pretende que sean los responsables de cada título quienes orienten la edad recomendada de sus productos a través de respuestas que generalmente irán encaminadas hacia el menor numerador posible.

Sí, la ESRB asegura que comprobará si las clasificaciones son acordes una vez el juego haya sido lanzado, pero para entonces el daño ya estará hecho en caso de que el programador de turno haya respondido de forma deshonesta a lo que no deja de ser un test al más puro estilo ¿Te quiere? Descúbrelo en 10 sencillas preguntas.

Mi recomendación para el organismo es que, si no puede dar a basto en su labor, haga algo por el endémico mercado laboral estadounidense y contrate a diestro y siniestro. Nada de pedirle a los padres de un juego que restrinjan su audiencia, porque evidentemente van a intentar evitarlo a toda costa.

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