Yo esta tarde podría haberlo dedicado a hacer algo útil, tengo una pila de apuntes esperando en la mesa que no voy a aprender por ciencia infusa y otra serie de obligaciones no demasiado agradables, pero por suerte no tengo ningún reparo en decir que la he empleado en algo mucho más adictivo (aunque menos productivo), esta tarde la he pasado jugando a Minecraft, y en serio, he disfrutado como un enano. Para algunos de vosotros no estaré descubriendo nada nuevo, el juego lleva algo más de medio año disponible, tiempo que le ha servido para ganarse miles de fans en todo el mundo y de hecho ya lo nombramos en nuestra lista de juegos indie imprescindibles que todos deberíais jugar este 2011. Pero para muchos otros, grupo en el que yo me incluía hasta hace unas horas, probablemente esté haciendo que os pique el gusanillo de la curiosidad ahora mismo.

Lo cierto y verdad es que a primera vista los gráficos y la apariencia de Minecraft no son su mejor baza, es tan retro*, tan sinuosamente extraño que en mi caso sólo sirvió para dedicarle la justa atención y decidir que ya lo probaría otro día que andase mejor de tiempo. Craso error, esos gráficos son justo una de las claves de su jugabilidad, todo es cuadriculado, todo es sencillo, simple, elemental y a la vez todo es sorprendemente infinito. ¿De qué va Minecraft? En un mundo casi infinito, empezamos siendo poco más que un avatar cuadriculado con una brazo toscamente tallado y pixelado que emplearemos para escarbar cualquiera de los bloques que componen el paisaje y extraer un pequeño cubo que pasará a nuestro inventario, así de simple.

Esos cubos, que pueden ser de muy diversos materiales, son los que emplearemos para crear todo un mundo a nuestro alrededor. A partir de madera obtendremos palos, de los palos picos, palas y azadas que de madera pasarán a ser posteriormente de piedra, de hierro, de oro, de diamente, basta un solo bloque para dar lugar a todo el desarrollo posterior del juego. En Minecraft hay también ciclos día/noche y lo que durante las horas de luz es un paisaje bucólico y acogedor de noche se convertirá en un oscuro escenario poblado de extraños monstruos que pueden ponernos en más de un aprieto.

No diré más, yo tampoco conocía mucho de la mecánica general cuando he jugado y lo he agradecido. Minecraft es una maravilla, punto, una maravilla condenadamente adictiva, pero una auténtica revolución que deja a otros juegos con mucho más presupuesto y gráficos a la altura del betún. A partir de ahí el resto corre de nuestra cuenta, podemos dedicarnos a cultivar, a construir torres, edificios, pirámides o cualquier elemento que nos apetezca, podemos dedicarnos a excavar minas al más puro estilo Moria de El Señor de los Anillos, podemos, en definitiva, moldear todo un mundo, todo un universo, como nos de la real gana. Y sé que puede sonar ridículamente simple, pero creedme, animaos a probarlo y ya me diréis si seguís compartiendo esa primera impresión.

Actualmente se encuentra en una beta y aunque el precio final del juego serán 20€ ahora puede comprarse por 14,95€, aunque también existe una versión mucho más limitada y gratuita que puede jugarse desde el navegador. Minecraft es una oda a los límites de la imaginación, desde el principio me ha llamado muchísimo la atención que un juego que no tiene ningún objetivo aparente consiga enganchar de tal manera, y es que muchas veces no nos hacen falta complejas listas de objetivos, ni jefes finales, ni historias rebuscadas ni guiones a la altura de una película de Hollywood, a veces lo que nos hace falta en un videojuego es eso, jugar.

Recibe cada mañana nuestra newsletter. Una guía para entender lo que importa en relación con la tecnología, la ciencia y la cultura digital.

Procesando...
¡Listo! Ya estás suscrito

También en Hipertextual: