¿Recuerdan cómo era su cumpleaños antes de Facebook, Twitter y demás servicios? Yo me acuerdo que despertaba y recibía una buena cantidad de llamadas telefónicas, varios SMS de mis amigos, y en alguna que otra ocasión, alguna tarjeta personalizada. La llegada de Internet a mi vida cotidiana fue modificando esta dinámica anual. Lo que antes eran recados o cartas de papel en el colegio se convertían en correos electrónicos, las tarjetas que compraban en el supermercado se transformaron en e-cards con animación (¡oh, cuando Flash era la novedad!).

Los cumpleaños son un pretexto excelente para revisar transversalmente cómo la tecnología modifica nuestro día a día. Recuerdo que a los 18 años, cuando abrí mi primer blog, las felicitaciones se convirtieron en comentarios en alguna entrada de celebración. Incluso alguna vez, un amigo me dedicó un post a manera de regalo. Entonces llegó Facebook. La red social más grande del planeta cambió por completo la forma en que recordamos este tipo de fechas. Basta asomarse a cualquier muro en un cumpleaños para ver el alud de mensajes que dejan amigos y desconocidos por igual. Una nota rápida y ¡voilá! Compromiso saldado.

Hay quienes afirman que, en este sentido, Facebook promueve una despersonalización. Después de todo, la misma red nos avisa cuándo es el cumpleaños de un amigo, así que ni siquiera hay que hacer el esfuerzo por recordar la fecha. Yo difiero. En efecto, dejar un comentario en un muro es algo práctico y sencillo (e incluso, un poco frío), pero siempre hay un usuario detrás. Aunque sea un pequeño "Feliz Cumpleaños", hay un ser humano que se tomó la molestia de darles un detalle. Claro, los más pragmáticos ya sólo tienen que poner un like y asunto arreglado.

Twitter también es otro lugar donde llueven las felicitaciones. Puede ser gente que te conozca en persona o que sólo disfruta leerte, pero es un lugar en el que un cumpleaños no pasa desapercibido. Igual puede ser sólo un tweet, pero nadie obliga a nadie a emitir una felicitación. En este sentido, la intención permanece a pesar de que la plataforma cambie.

Pensemos, por un instante, en cómo las fechas significativas se convierten en microeventos colectivos, en los que permitimos que los otros sean partícipes. Lo mismo en una situación de regocijo (un cumpleaños, una boda, un nacimiento) que en una trágica (un fallecimiento, un accidente), hay un mundo a un clic de distancia, capaz de transmitirte sus pensamientos, sensaciones e ideas. Quizá los más chapados a la antigua sigan prefiriendo la carta en papel o la llamada telefónica, pero no hay que perder de vista algo que ahora damos por sentado: nuestras vidas llegan a todos los rincones del planeta. No sé ustedes, pero para mí, eso es simplemente fantástico.

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