Adicción a los videojuegos. Mucho se ha escrito. Hay quienes se niegan a considerar siquiera la adicción como trastorno, entendiendo que sí, el ocio electrónico es adictivo, pero nunca en un sentido desequilibrante para el sujeto. Dicho de otra manera, quienes pueblan las clínicas de desintoxicación para videojugadores (tan mediatizadas de un tiempo a esta parte) son personas afectadas por carencias que les llevaron al refugio más sencillo de construir. ¿Y acaso no son shooters y aventuras, plataformas y mundos persistentes, magníficas cuevas virtuales en las que resguardarnos de aquello que nos atenaza?

Sobre junio de 2009 escribía en mi ahora desértico espacio personal sobre una amarga pérdida familiar, disertaba entonces sobre lo conveniente de los juegos como terapia curativa. Es obligación de quien se pone a los mandos motivado por el dolor, saber entender tal actividad como complemento de abstracción temporal. Un remedio simbólico en cuya persistencia compulsiva, como con todo en esta vida, no vamos a encontrar solución a problemas que por definición son irresolubles o sólo solventables de forma acorde a su complejidad.

Por supuesto, los numerosos "estudios" que de vez en cuando pueblan la red se empeñan en seguir hablando de adicción al videojuego en términos banales. No se dan cuenta por ejemplo de que en los pocos casos en que resulte lícito argumentar que alguien es adicto a su consola, la situación dista mucho de los convencionalismos propios del alcoholismo o la drogadicción, tratables con terapias de desenganche no aplicables en este caso.

Indigna pues consultar los resultados de una investigación que argumenta sus conclusiones en términos tan irrisorios. Parte de la base de que una exposición temporal prolongada conllevará por necesidad la adicción de algunos sujetos. Entiende además que éstos pueden entrar y salir de dicho estado con una facilidad pasmosa. Vamos, que la adicción al videojuego es como un resfriado y que no guarda relación con las circunstancias de quien la "contrae".

Expongámoslo: se monitorizaron las sesiones de juego de 3.000 escolares en Singapur, determinándose una media de 20 horas semanales a los mandos. La conclusión fue que uno de cada diez niños es adicto al videojuego en la isla, con en torno al 9-12% de niños frente a un 3-5% de niñas.

Entre quienes se diagnosticaron adictos antes de comenzar el análisis, ocho de cada diez continuaron siéndolo a su conclusión (parece que para los otros dos se consiguió una "cura" que inexplicablemente no ha sido concretada). La forma de expresarlo ya deja a las claras la falta de rigor de los responsables, totalmente cristalina en conclusiones como las que procedemos a citar.

Douglas A. Gentile, de la Universidad del Estado de Iowa:

Las sesiones de juego prolongadas empeoraron el comportamiento de los niños. Cuando éstos se volvieron adictos, sus depresiones, ansiedad y estrés social empeoraron. Cuando dejaron de serlo, la afectación se revertió.

"Volverse adictos" ... "dejar de serlo". Curiosas cuanto menos las correlaciones implícitas: si juegas muchas horas te vuelves adicto, pero puedes dejar de serlo a poco que las reduzcas. Para Gentile y los suyos esto de los videojuegos adictivos perfectamente podría reflejarse en un gráfico de barras inversamente proporcionales, donde a mayor número de horas, menor salud mental y viceversa.

Al menos los medios que se han hecho eco de la noticia también han referido a expertos empeñados en desmontar semejante despropósito. Habla Mark Griffiths, director de la International Gaming Research Unit de la Universidad de Nottingham.

Mi propia investigación ha demostrado que jugar muchas horas no deriva necesariamente en juego adictivo y que muchos jugadores pueden pasar bastante tiempo a los mandos sin que se perciban efectos conductuales negativos. ¡Si un 9% de los niños fuera adicto de por sí, tendríamos clínicas de desintoxicación para videojugadores en cada gran ciudad del planeta!

Cabe preguntarse por qué siguen amparándose esta clase de estudios. Más conveniente resultaría estudiar esa preocupante adicción mediática al morbo porcentual.

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