Hace unos días les comentaba sobre el cambio generacional entre ver Internet como un espacio gratuito y la nueva tendencia a pagar un precio justo por los servicios -- punto crucial en el debate de derechos de autor, por ejemplo. Siguiendo con los nuevos hábitos del internauta, un amigo me ha señalado otro fenómeno interesantísimo: la cultura del refresh.

¿A qué se refiere este término? Partamos de la idea del zapping televisivo. Un espectador se sienta ante la pantalla, enciende en un canal y comienza a dar saltos rápidos entre la programación. Cambia de una emisora a otra sin prestarle demasiada atención a ningún contenido. A veces por aburrimiento, otras por curiosidad, el televidente pasa frenéticamente por toda la barra hasta que se topa con algo que le llama la atención. Tarde o temprano, aburrido por el programa o interrumpido por un anuncio, decide irse a otro lado.

La idea del zapping se basa, principalmente, en que el televidente está limitado por sus opciones. Aunque tengamos cientos de canales, sólo podemos ver el contenido que se está emitiendo en ese momento (a menos que contemos con TiVo, pero cae en bajo el mismo principio: sólo podemos grabar algo que pasó en el canal). Sin embargo, la llegada de Internet cambió radicalmente este principio: ahora tenemos millones de opciones para elegir, sin estar sujetos a un calendario de programación. Es la utopía de un consumo mediático a la carta.**

Entonces, el criterio de selección de contenido cambió. En lugar de vivirnos pegados al control remoto para sondear la programación televisiva, ahora sólo basta con buscar en la red lo que deseamos para verlo. La ventaja de tener a todo el mundo a la mano trae una nueva actitud orientada hacia la actualidad. El poder de acceder casi instantáneamente a cualquier parte del mundo, esta ilusión de omnisciencia, nos orilla a preferir lo inmediato, lo actual, lo nuevo.

Pasamos, entonces, a una cultura del refresh, entendida como esta propensión a renovar nuestro contenido de forma constante. Desde el surgimiento del blogging, la red ha privilegiado la noticia de último momento, el reporte al minuto, el triunfo de la fugacidad. Por eso el fenómeno en Internet es tan perecedero, de vida corta. Nos convertimos en una generación del momentum, una sociedad de lo breve, lo viral y lo instantáneo. Así, pegados al botón de actualizar, vivimos (y consumimos) un mundo en perpetuo presente.

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