Twitter es un medio que ha revolucionado la forma en que los políticos interactúan con la sociedad. Este fin de semana se ha dado un caso bastante polémico en la tuitósfera mexicana. Todo comenzó este viernes 31 con una editorial del activista Andrés Lajous en contra de la construcción de la Supervía en la Ciudad de México. A raíz de esta publicación, Lajous tuvo una discusión en Twitter con Francisco Ríos Zertuche, asesor del Jefe de Gobierno de la capital, Marcelo Ebrard. Un rato después, Alfonso Brito, Director General de Comunicación Social del DF, le mandó una peculiar felicitación a Ríos:

En un tweet posterior, Ríos se jactó de que a Lajous "ya le perdieron el respeto que no merecía". Cabe destacar que cada uno de los políticos borró dicha conversación de su timeline. El caso llamó la atención de los usuarios, quienes han promovido el hashtag #putiza como tema del momento. Ante el revuelo causado, Alfonso Brito decidió mandar un mensaje de disculpa, argumentando que había usado el término "de forma personalísima y que resultó no sólo impropia, sino fuera de lugar".

Pongamos un poco de contexto. Por "el jefe", Brito se refiere a Marcelo Ebrard, con quien se encontraba en Sinaloa para la toma de posesión del nuevo gobernador del estado. Para los lectores fuera de México, dar una putiza es una expresión peyorativa que significa que se ha derrotado a alguien de forma humillante. La palabra es considerada como una grosería por la connotación que encierra.

El caso me ha llamado la atención para reflexionar sobre hasta dónde llega la investidura del político dentro de Twitter. Es un hecho que, por lo menos en México, la clase política suele utilizar esta herramienta para comunicar sus actividades, logros y actos públicos. En cierto modo, se convierte en un mecanismo de consulta en el que el funcionario no abandona su cargo, sino que lo ostenta para acercarse a seguidores y críticos.

Las discusiones entre políticos y ciudadanos no son extrañas en Twitter. Está la anécdota, por ejemplo, del secretario del Trabajo, César Javier Lozano, que en septiembre de 2010 le apostó a un usuario 196 mil pesos al ser cuestionado sobre su alto salario. No obstante, considero que este caso es diferente por tres razones principales: primero, que Brito es el director de Comunicación Social (por lo que su trabajo, en efecto, es enviar mensajes); segundo, que se presumió como portavoz de Ebrard ("dice el jefe"; ¿estaba en su rol de empleado?); y tercero, que utilizó una cita directa, por lo que se asume que el despectivo putiza salió de la boca del Jefe de Gobierno.

Muchos defenderán, con mucha razón, que el uso de Twitter es absolutamente personal. Sin embargo, también valdría la pena cuestionarnos si no se utiliza este comodín bajo una conveniencia oportunista. Ésta es una discusión necesaria en un mundo donde se han recortado dramáticamente las distancias entre la esfera de poder y la opinión pública. Un poco como el caso del presidente Felipe Calderón y los bloqueos a usuarios, el punto de no está en encontrar el límite, sino entender que cómo funciona esta intersección entre la esfera pública y privada.

Este debate debe girar en torno a la responsabilidad con la que se usan las palabras. Lo que se dice a tono personal debe asumirse como tal, pero en el entendido de que, en el caso de los políticos, persona e investidura no son completamente disociables. No somos dos personas diferentes cuando usamos Twitter -- o no, por lo menos, cuando se muestra públicamente tu cargo para usarlo a tu favor. No se vale fingir ser el Dr. Jekyll para ocultar los destrozos de Mr. Hyde.

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