Uno de mis propósitos de Año Nuevo es pagar más por algunos servicios web. La verdad es que hay muchas herramientas en Internet que me hacen la vida mucho más fácil (o más divertida), y me parece bastante justo ayudar a financiar a los desarrolladores. Además, casi siempre te dan unas cuantas funciones extra que pueden resultar muy interesantes. Así que, a partir de este mes comenzaré a separar un poco de mi salario para este rubro.

Pero, cómo, ¿pagar por algo gratis? Claro. Por más que lo parezca, las personas que liberan su software no comen aire. Necesitan recursos, como tú y yo. Necesitan ayuda, que alguien les tienda una mano. Piensa en Wikipedia. Es gratis, es genial y es nuestra. Ahora respóndeme con sinceridad si les has dado siquiera un centavo o si has contribuido a editar un artículo. Piensa en todas las herramientas que utilizas, y en cuánto has retribuido. ¿Entiendes por qué no puedes mirar a Jimmy Wales a los ojos sin sentir que te carcome el alma? Supongo que muchos formamos parte de una generación que se acostumbró a que las cosas en Internet sólo estaban ahí, listas para tomarse.

Por fortuna, la tendencia está cambiando. Gracias a Internet, el modelo de negocios comienza a adaptarse hacia una idea de pago justo. Los monopolios de software pierden clientes porque hay alternativas sin costo. Sin embargo, para que estas opciones subsistan, debe existir una fuerza de financiamiento. El usuario comprende que, para garantizar la supervivencia de cierta iniciativa, debe tomar una parte activa, así que decide pagar lo que él valora que es justo. Ergo, la alternativa sobrevive, lo que obliga a la empresa transnacional a mejorar su producto y a dar un precio más razonable.

¿Cuántas veces hemos visto que un programa que tanto nos gustaba ha dejado de existir? Las reglas de la competitividad son duras. Sin embargo, no es una utopía. Spotify ya tiene más de 10 millones de usuarios registrados, y sobrevive sólo con el 5% bajo el modelo de pago. ¿Y si fuéramos 10 ó 20%?

Es claro que aún le resta mucho camino por recorrer a este modelo, sobre todo en las industrias como el cine o la música. Es obvio que a nadie le gusta perder la hegemonía, pero vivimos en tiempos de una evolución acelerada. Para quitar los precios abusivos hay que fomentar la libre competencia, en la que los productos hablen por su calidad. Pero para eso, es necesario que se fomente el crecimiento de alternativas que nos den un mejor panorama y un mercado más equilibrado. Conviértete, si así lo quieres ver, en un accionista minoritario.

La lección es simple: si te gusta, apóyalo.

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