Mientras escribo estas líneas me embarga una sensación extraña, un cosquilleo leve que me sabe indudablemente a triunfo pero que sin embargo al final tiene un regusto amargo. Hablo, evidentemente del rechazo final de la Ley Sinde por parte del Congreso de los Diputados y de la pequeña gran victoria que ha supuesto para la libertad de expresión de la red. Ha sido un día largo, larguísimo, después de que había altas probabilidades de que encontrase problemas para su aprobación, el PSOE ha intentado por todos los medios encontrar apoyos para sacarla adelante, afortunadamente sin éxito.

Y así, a las 22:26 de este 21 de Diciembre finalmente era rechazada una ley que no sólo no tenía sentido alguno sino que además y para más vergüenza había sido promovida directamente desde EEUU por unos lobbys totalmente ajenos a España y que la habrían convertido, como decía ayer Eduardo en este post, en un prototipo de neocolonia, un territorio sometido a los intereses de otros, en otro país, con otros objetivos, con otras ideas en mente que desde luego no son ni prentenden conseguir el beneficio de todos los españoles. Lo que hemos conseguido hoy, porque sí, lo hemos conseguido entre todos, es un nuevo tipo de revolución, la revolución de las voces, de la movilización, un tipo de revolución que no se basa ni en la violencia, ni en los palos, ni en las piedras (figuradas) se basa en quejarse, en protestar y en luchar por lo que es justo, lo que hoy hemos conseguido ha sido, desde luego, una gran victoria en más de un sentido.

Pero como decía al principio, lejos de ser la victoria decisiva de una guerra es más bien una batalla que no marca el final de nada, sino más bien el comienzo de todo. Espero que nadie sea lo suficiente ingenuo como para pensar que gracias a los resultados de hoy (bastante ajustados por otro lado, 18 votos a favor frente a 20 en contra), todos los intereses depositados, toda la insistencia, todas las presiones por parte de señores que todavía no entienden (ni quieren entender) cómo funciona internet van a desaparecer de repente, porque todo lo contrario. Volverán, ya lo creo que volverán, y como ya se dejaban insinuar algunos tibiamente en forma de amenazas, si la solución no pasa por atacar a las páginas webs, entonces quizá la solución pase por atacar directamente a los usuarios, exactamente lo que ya se está haciendo en Francia y que tiene unas dimensiones muchísimo más preocupantes.

Se ha ganado una batalla pero ni mucho, ni muchísimo menos se ha ganado la guerra. Algunos otros dicen que lo que ha ocurrido en realidad es que la Ley ha sido tumbada porque los partidos nacionalistas (los principales implicados y piezas clave para la aprobación de la ley) no han sacado la tajada política que tenían pensada, no por los tweets ni por la movilización, ni por los ataques DDoS y en parte he de darles la razón, pero por otro lado me resisto a creer que todo esto haya ocurrido sin que el inmensísimo rechazo popular hayan tenido algo que ver ¿**Queda algo de dignidad política en este país? Ya lo veremos.

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