Ayer, la Cámara de Senadores exhortó de manera enérgica al presidente Felipe Calderón que México se retire de las negociaciones del Acuerdo Comercial Anti-Falsificaciones (ACTA). Hasta ahora, México es el único país de América Latina que se encuentra involucrado en las pláticas de este acuerdo. Los argumentos principales del Senado son la alta opacidad en la que se mantienen las conversaciones, la ampliación de la brecha digital por implementación de la ley de los tres strikes, y el desconocimiento general de los legisladores mexicanos hacia el contenido de ese texto.

Sin embargo, las negociaciones se frenarían sólo forma momentánea. El senador Carlos Sotelo (PRD) -- uno de los principales defensores de la neutralidad de la red -- propuso que se forme un consejo de especialistas, académicos, empresas y otros actores sociales para discutir las ventajas y desventajas de la inclusión de México en el ACTA. Para esta labor, el secretario de Economía Bruno Ferrari deberá entregar la versión actual del acuerdo para ser sometido a revisión. Mientras se realiza este escrutinio, el Senado opina que se deben suspender hasta nuevo aviso las conversaciones.

Los legisladores no han anunciado la retirada, sino que han abierto una pausa (necesaria) para evaluar la viabilidad del acuerdo. Con este movimiento, México se une a las reacciones del Parlamento Europeo, quienes se pronunciaron en contra a inicios del mes pasado. También vale recordar que Google exhortó a este país a no suscribirse a ACTA. "Es algo que ha crecido en las sombras, como Gollum", mencionó en ese momento Daphne Keller, consejera política del buscador.

El Senado ya había discutido (tibiamente) el acuerdo en enero. ¿Qué cambió en estos últimos meses? La presión de la ciudadanía. A propósito, quiero destacar unas palabras de mi colega Antonio Martínez acerca del papel que la misma red ha tenido en esta resolución:

Desde hace un año, la información de ACTA se ha desarrollado en el interior de la red y sus herramientas. Este movimiento ha crecido en blogs, Facebook, Twitter, etc. [...] Los flujos de información generados en las redes sociales permitieron articular muchos temas en una misma causa; juntos, como inteligencia colectiva descubrimos que no se trataba sólo de internet, comprendimos que una política pública que se construye en la opacidad nos obliga a pensar más, a hacer más. De pronto comprendimos que estaba en juego la democracia, la libertad de expresión, el acceso a las medicinas, la educación de la generación que nos sucede y la economía de las familias que viven gracias a tener un internet libre.

Sin duda, hemos creado lazos fuertes, y sabemos que esto no se acerca al final, sino a un punto de partida donde, de manera abierta, horizontal y democrática, sentemos nuevas reglas en la relación de los gobernantes y los ciudadanos. Falta, sin duda, más penetración en el acceso a la red, repensar la propiedad intelectual y revalorar el valor a la intimidad y la protección de nuestros datos, replantear nuestros derechos y el papel de los gobiernos y empresas en la protección o vulneración de los mismos.

Gracias a movimientos como OpenActa es que diversos países del mundo (por fortuna, también México) han plantado cara a las negociaciones de ACTA, entendiendo cada vez más que ponen en peligro un sinnúmero de libertades en pos de los intereses económicos de unos pocos. Como una bola de nieve, las acciones individuales son capaces de crear movimientos consistentes que repercutan en cambios esenciales. Sirva este pequeño éxito para entender que el ejercicio de la ciberdemocracia -- incipiente pero seguro -- no sólo es posible en la teoría, sino en el aquí y el ahora.

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