No se si existía en la imaginación colectiva hace unos años atrás, la posibilidad de que un plugin para el navegador dividiese al mundo de Internet. Es que Adobe Flash es objeto de discusiones constantes y rivalidades entre empresas, al punto donde la funcionalidad se entremezcla con la filosofía, y ya nadie sabe a ciencia cierta que se está defendiendo. Ahora, con tanta oposición y buenos argumentos... ¿Por qué algunos seguimos utilizando Flash a pesar de que es tan malvado?

En los últimos tiempos, el tema candente fue la exclusión de Flash en el iPhone**, e incluso de las aplicaciones programadas bajo el entorno de desarrollo de Adobe. Las razones del CEO de Apple, Steve Jobs, fueron categóricas y bastante bien respaldadas en su mayoría, precedidas por la devolución por parte del CEO de Adobe, que también hecho luz sobre algunos puntos interesantes. El resultado es el mismo: en la plataforma touch de Apple, no hay lugar para Flash.

Esta exclusión lleva a algunos usuarios de iPhone a tomar una mitad: o se lamentan por la falta de Flash en el iPhone y esperan con ansias el milagro con cada nueva versión (algo que se ve lejano), o desestiman del uso de Flash en la web, y en su lugar prefieren el contenido que sí puede ser consumido desde cualquier dispositivo, como simple HTML.

¿Pero qué pasa en el escritorio? Nos quejamos del mal rendimiento que tiene Flash en el navegador (especialmente en Mac OS X), los muchos recursos que consume, lo poco accesible que vuelve el contenido, etc. Sin embargo, seguimos utilizando Flash en nuestra rutina diaria.

Este doble mensaje es el que mantiene a Adobe ubicuo en su trono, y pese a que HTML5 avanza, quizás sea hora de mandar un mensaje más fuerte si realmente creemos en que un cambio en la web es posible. Por eso, si no queremos Flash, no usemos Flash.

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