Hace un par de días se hablaba del cambio de edad mínima en España para registrarse en Facebook. A petición de la Agencia Española de Protección de Datos, la red social modificó dicho requisito de 13 a 14 años. El cambio levanta el debate: ¿cuál debería ser la edad mínima para registrarse en una red social? ¿Es conciente un adolescente, a los 13 años, de las resposabilidades en torno a su privacidad y el manejo de datos sensibles?

Para Facebook, la solución es simple: dejémoslo a los padres. En su página sobre seguridad, mencionan que los niños menores de 13 no tienen permitido el acceso, en tanto que los padres de mayores de 13 deben considerar si su hijo debería ser supervisado al usar el sitio. Pero seamos pragmáticos: prácticamente ninguno de los niños que navegan por Internet lo hacen con vigilancia parental. Por el contrario, para muchos padres es más fácil dejar al crío pegado a la computadora para ahorrarse el cuidado.

Sin ánimo de satanizar a la herramienta, es lógico pensar que un acceso no regulado acarrea muchos inconvenientes, desde la exposición a contenidos indeseables hasta la protección de su identidad. Claro, mucho se puede prevenir con la educación, la recepción crítica de la información, y demás actitudes que se enseñan en casa. Pero seamos realistas y asumamos las limitaciones parentales. Si los padres han fracasado en el control: ¿deberían imponer filtros más estrictos las redes sociales para el registro?

Es difícil cuantificar la madurez del niño para comprender cómo utilizar la información - ¡venga, que la cantidad de adultos que hacen un manejo irresponsable en cuantiosa! Hay muchos factores alrededor: depende de cada país, de cada cultura, de cada individuo. Los filtros, después de todo, son laxos. Basta mentir en el registro, aumentarse unos años, ¡y listo! La solución tampoco está en que los padres prohiban a sus hijos entrar a alguna red social. Por el contrario, es un movimiento no sólo retrógrada, sino contraproducente.

Entonces, ¿qué hacer? Fácil: tomar responsabilidad, tanto los padres como los niños. Como cualquier tecnología nueva, aún se está en un proceso de adaptación, en una redefinición constante de lo público y lo privado. Sólo una cosa queda clara: la respuesta no está en rasgarse las vestiduras, sino en entender. Pero eso sí, se debe andar con confianza tuerta. Prohibirle al niño el acceso es cerrarle una puerta de sociabilización. Si antes jugábamos en el parque, ahora hablamos por Internet. Es necesario comprender que los tiempos cambian para poder cambiar nosotros.

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