Menuda noticia. El diputado del PRD Nazario Norberto Sánchez presentará una iniciativa de ley para controlar el contenido de las redes sociales en México. De acuerdo con el legislador, la principal razón de esta "regulación" es para evitar que la ciudadanía utilice estos servicios para eludir operativos como el alcoholímetro. De igual manera, el diputado perredista considera que estos sitios ayudan a los delincuentes a ubicar personas, lo que le facilita la labor a los secuestradores.
A mí me queda la duda de cómo piensa el gobierno de México controlar el contenido. ¿Prohibiendo el acceso a las páginas web? Irrisorio. Como bien leía en los comentarios de la nota sobre el #alcoholimetro, la práctica seguirá sin importar el medio, a menos que se provoque un cambio de fondo. ¿Cómo evitar que un amigo telefonée a otro para avisarle que hay un operativo? Imposible. Es cuestión de un derecho inalienable. Me quedo con una frase de Perla Cristal Gómez, editora de Vivir México:
La verdad no lo puedo imaginar, pues en un país en el que no se controla los contenidos que los medios de comunicación emiten (aún sean homofóbicos) sería difícil poder controlar los contenidos que una sociedad está expresando en sus páginas personales.
El Estado, lejos de atacar el problema desde la raíz, se va por la prohibición. La cuestión no es el medio, sino la gente detrás de él. Es un problema de educación, de percepción de la autoridad, de la cultura del engaño. ¿Qué pretende esta iniciativa? ¿Cómo se regula una red social? El control de contenido no es más que un bonito eufemismo para la censura. Aunque me declaro en contra de que se emplee una herramienta como Twitter para revelar la posición de los alcoholímetros, también comprendo que no depende de mí. La solución no está en prohibir. Aplaudo, por ejemplo, la iniciativa ciudadana de publicar direcciones falsas del alcoholímetro para hacer obsoleto el servicio. Eso es actuar con inteligencia, no con coerción.