M-Pesa. Vodafone Group: Flickr

Aunque aún avanzan lentamente, los pagos móviles en Europa se convertirán en unos años en la principal forma de realizar compras. Y resulta lógico. Los teléfonos móviles llevan con nosotros de forma masiva desde los años noventa, aproximadamente la misma fecha en que las casas comenzaron a computerizarse. Nuestra primera experiencia con la informática estuvo marcada por los ordenadores, al igual que la primera relacionada con operaciones financieras, para muchos, fue la cartilla o la tarjeta de crédito. Por sus condiciones, en gran parte de África se han saltado varios pasos, pero el pago móvil está logrando triunfar con mayor ritmo y relevancia que aquí.

El pago móvil ha revolucionado la economía en África gracias al ingenio para exprimir tecnologías arcaicasEn países como Kenia, Tanzania o Nigeria, el smartphone está aún penetrando a un ritmo muy lento, por lo que partimos de la base de que aunque hablamos de pagos móviles, no lo hacemos prácticamente en ningún caso de pagos contactless vía NFC. Allí el sistema ha sido mucho más arcaico desde sus inicios, pero no por ello menos efectivo, como se observa en los 19.9 millones de usuarios que utilizan las soluciones que veremos a continuación. En 2005, la compañía keniata Safaricom lanzó un sistema para compartir el saldo del teléfono de los particulares con otros usuarios. Más tarde, en 2007, lanzaron el que se convirtió en el servicio más popular hasta la fecha, M-Pesa. Con él ya era posible enviar y recibir dinero de otros particulares, tal y como las transferencias bancarias.

Para entender este triunfo, es necesario que cambiemos completamente nuestra mentalidad y nos pongamos en situación trasladándonos al contexto de allí. En África hay un gran problema que aquí no tenemos, y es la escasez de bancos y cajeros automáticos, a lo que se suma un nivel de seguridad civil mucho menor que el nuestro, por no mencionar que aquí contamos con seguros y otras herramientas que nos pueden ayudar en caso de robo.

M-Pesa. Vodafone Group: Flickr
M-Pesa. Vodafone Group: Flickr

Las personas de grandes núcleos urbanos, que fueron la primeras en comenzar a utilizar el sistema, hizo que sus familiares de zonas rurales, a los que enviaban dinero de manera frecuente, también se sumaran a la causa. En vez de tener que desplazarse a ciudades cercanas para recibir o sacar el dinero, ahora llegaba directamente a la palma de la mano. Si pensamos en qué punto tecnológico se encuentra la mayoría de países de la zona -tener en cuenta que algunos se encuentran aún en proceso de electrificación-, el proceso ha sido realmente revolucionario.

África ofrecía un contexto adverso y a la vez ideal para que los pagos móviles triunfasen.Su relevancia puede observarse en que, algo que comenzó totalmente destinado a particulares, ha sido adoptado por compañías de telefonía o energéticas. El funcionamiento se ha garantizado con agentes autorizados, que desde las sucursales de Safaricom (más de 10.0000 en Kenia) son los que recogen y entregan el efectivo y validan las transferencias. Con un simple código enviado por SMS es suficiente para que el dinero enviado sea convertido en metálico. La solución dista enormemente de nuestras transacciones financieras, pero el objetivo se cumple igualmente, que es lo importante.

Aunque el uso del sistema no daba intereses, muchos usuarios de M-Pesa cambiaron su comportamiento con el dinero. Empezaron a utilizar la plataforma como método de ahorro gracias a la seguridad que ofrece tener el dinero guardado en ella. Por ello, la compañía lanzó la posibilidad de acogerse a distintas fórmulas financieras. Diferentes estudios también concluyen que el dinero está circulando con mayor fluidez, y que las remesas ahora son más pequeñas porque enviar cantidades moderadas a las zonas rurales es mucho más rápido y sencillo.

El de M-Pesa y África es sólo un ejemplo más de cómo la tecnología puede cambiar las vidas y comportamiento de mucha gente, incluso en las situaciones más desfavorecidas. Muestra una camino que ahora está comenzando en ciertos países y que desembocará, a largo plazo, en una gran reducción o incluso desaparición del dinero en efectivo. Aunque las necesidades en Europa son distintas, el pago y las transacciones móviles también pueden actuar, sin duda, como elementos de cambio en la economía. Ya queda menos para que el chocar dos teléfonos para enviar dinero a un amigo, en vez de darle monedas, sea una realidad extendida.

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