Hace algunos años, con Gingerbread, tener una custom ROM (o sistema modificado) en Android era de lo más normal del mundo, casi lo básico para empezar a poder disfrutar tu terminal realmente; fue entonces cuando algunos fabricantes decidieron hacer un bootloader desbloqueable, para que la comunidad más avezada y versada pudiera poner sus sistemas personalizados, y, muchas veces, mejorados a la versión con la que venían, ya que quitaban aplicaciones innecesarias incluidas por las operadoras o el fabricante mismo, o bien, modificaban Android a niveles más profundos, logrando mejoras considerables en la batería y rapidez, sobre todo. El problema viene cuando el fabricante intenta liberar los terminales, pero son las operadoras quienes no quieren ver cómo su branding desaparece de los terminales...minando todo el esfuerzo de dar libertad de Android real para el usuario.

Afortunadamente para los usuarios, y para Android en general, esa época en que rootear era el primer paso para poder tener cosas buenas ha pasado hace ya con Android 4.0, acentuándose en gran medida desde 4.1 y con excelentes terminales que hacen que el mercado de Android se abra a más gente que antes, particularmente ese mercado elitista y sibarita con los detalles.

Empezando por lo básico, y para quien no lo sepa, el bootloader es el cargador de arranque del sistema, es decir, un pequeño programa que permite cargar el sistema operativo, una de las claves principales de la libertad de Android. Cuando decimos que está bloqueado es que sólo permite cargar sistemas que estén firmados digitalmente por el operador, fabricante, o quien fuere que lo configuró. Aquí se intuye el problema: si está bloqueado, el usuario se verá condenado a usar este sistema siempre (aunque hay workarounds, sí, pero es la norma general). Y este es precisamente el problema: cómo las operadoras telefónicas no saben adaptarse al mercado y creen que deben controlar absolutamente todos los aspectos de un sistema que en su principio se jactaba de ser abierto para todo el mundo, propaganda que últimamente ya no ostenta tanto al ver Android supeditado en la mayoría de lanzamientos, a penas mencionado; y más abierto a un público general que poco cuidado le trae si la licencia de su sistema es una u otra, el el grado de libertad de Android.

Android, libre para las empresas, pero no los usuarios. Aún así, todavía queda un poco de rédito para los fabricantes que sí hacen por la libertad de Android: las developer editions de los teléfonos, no tan comunes, pero aún así socorridas por Samsung, HTC, Sony o Motorola, aunque el mayor problema de estos es el coste y la distribución: las operadoras no los llevan, y las que lo hacen, lo hacen sin subvenciones y en muy contadas unidades, por lo que realmente no son solución, ni mucho menos, el problema sigue siendo el mismo: las operadoras se cargan la libertad que los fabricantes quieren dar a los consumidores en pro de tener menos problemas y su branding siempre en mente. Otra de las posibles soluciones, más válida que la anterior, es presentar portales de liberación en la propia página del fabricante, solución que adoptaría Motorola o HTC en algunos modelos, dándote un código de liberación a cambio del identificador único del dispositivo...volviendo a la ansiada, para algunos, libertad de Android.

Obviamente las operadoras no reconocerían la intención profunda, sino que apelan a algo más simple, aunque no les quita razón: se bloquea el bootloader para asegurar una experiencia de usuario óptima, así eso signifique minar la libertad de Android. Si bien controlar un sistema siempre reduce las variables y las cosas que pueden ir mal (valga la redundancia, casi), el sistema se debe dejar abierto si así lo quiso el fabricante. Respecto a plataformas como iOS o Windows Phone, la discusión es diferente, ya que desde el principio no fue concebido con esa libertad de Android...y a veces eso está bien, lo que intento criticar es la mala praxis de las operadoras al intentar capar algo que no deberían.

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