Mi primera noche en Italia de García Alix es una obra que resume perfectamente el trabajo de Alberto, uno de los grandes de la fotografía española, especializado en documentar su vida y mostrársela a quien la quiera ver sin tapujos ni eufemismos. La vida es así.

No me sigas. Estoy perdido. Don,t follow me. I´m lost

Reza uno de sus tatuajes, el primero que se hizo, por cierto. La fotografía que abre el artículo es uno de los recuerdos de su viaje a Italia. Vemos al protagonista rodeado de dos mujeres, que no parecen monjas, en una cámara. Ellas con elegantes camisones y una gran sonrisa. Él, desnudo de cintura para arriba y la pícara sonrisa de un joven que sabe lo que va a pasar. O no. Esa es la magia de la buena fotografía, que puedes imaginar. Es lo más cercano a un buen cuento.

La imagen es del año 1986, en una época en la que bajó a los infiernos para apreciar más el encanto del cielo. Según cuentan las crónicas de su vida, esos días acabó mendigando en la calle y se vio obligado a vender su cámara Nikon F2, con la que había estado trabajando hasta entonces:

La foto llega porque todo lo que miro me hace pensar que no es eterno. Siempre he tenido un sentido fatalista. Lo primero que retrato es mi primera navaja, mis primeras botas labradas, mi habitación. Cuando ves parte de ti en ello, es cuando empiezas a entender la magia de la fotografía. A partir de entonces comienzo a fotografiar todo lo que nos pasa.

Puede que la foto que estamos viendo suponga el fin de una época para adentrarse en el estilo y en el mundo que al cabo de los años le darían el Premio Nacional de Fotografía 1999. Al perder su cámara de 35 mm se compra una Hasselblad de formato medio con un 80 mm. El salto cualitativo de su trabajo es impresionante. El formato cuadrado da un aire clásico a su loco y peligroso mundo interior. Empiezan a destacar sus retratos:

Trato de mostrar un ser humano, a través de una fotografía, como resultado de un pulso entre dos... Hago posar a las personas de una manera muy simple. No les obligo a hacer el idiota ni sonreír. Nunca pillo a nadie a volapié o distraído... Me he formado a mi mismo, y la fotografía me ha dado conocimiento humano, no estético. No entro en discusiones artísticas. Soy demasiado simple, o demasiado complicado, para llegar a ese punto.

Mi primera noche en Italia es un canto a las ganas de vivir y a la felicidad contemplada desde un punto de vista sexual. El joven efebo con dos mujeres maduras. Una fantasía de muchos que él convierte en realidad y lo atestigua con la cámara. Ya no lo tiene que contar. Tiene la prueba eterna que es la fotografía. Testimonio en este caso de algo, que seguramente y si nadie o nada lo impide, va a pasar.

La composición es sencilla, un hombre semidesnudo enmarcado por dos mujeres de negro en una sencilla habitación, alejada de las destartaladas que habíamos visto hasta ahora en su trabajo. Está hecha con autodisparador. Él quiere que el recuerdo no se esfume. Propone la foto. Las mujeres aceptan y entran en el juego. Le besan. La eternidad de un instante para siempre.

Pocas veces podemos ver la intimidad de un autor de tales dimensiones. En realidad las fotos familiares cuentan lo mismo, pero el trabajo de Alberto García Alix, o Diane Arbus, o cualquier otro autor que hace arte con su vida, sus miedos, angustias o alegrías, nos convierte a todos en voyeurs de una vida ajena. Algunos les acusan de ser exhibicionistas, pero en realidad lo somos todos. Cuando hacemos fotos para enseñar lo que hacemos o cómo nos lo estamos pasando nos comportamos igual. La diferencia es que Alberto García Alix sabe mirar y se atreve con su lado oscuro. Y eso es lo que le diferencia y nos gusta.

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