Hoy, en la librería La central del museo Reina Sofia, se ha hablado de cómo hacer libros de fotografía. En concreto, de la interrelación entre la imagen y el texto en fotografía. Y los ponentes han sido Eduardo Momeñe, José Manuel Navia y Oscar Molina. Ha sido un lujo contar con semejantes fotógrafos.

Si alguna vez queremos aprender fotografía en serio, no quedarnos en que para subir la saturación hay que dar a un botón u otro, tenemos que asistir a algún taller de cualquiera de los tres fotógrafos que hoy han estado compartiendo sus conocimientos en una sala mal acondicionada para una conferencia, pero llena de libros, lo que iba muy bien con el tema tratado.

Eduardo Momeñe es el maestro de mucho de los fotógrafos españoles. Muchos autores consagrados reconocen en sus biografías la influencia de este gran fotógrafo y teórico cuyo libro La visión fotográfica. Curso de fotografía para jóvenes fotógrafos es una referencia dentro de este mundo, y debería ser el libro de cabecera de todo aquél que aspire a ser un buen fotógrafo.

José Manuel Navia es el profesor que todo el mundo que quiere aprender realmente querría. Una cultura impresionante, un discurso brillante y un carácter explosivo, único para motivarte. Una persona excepcional con un equipo de personas inolvidable.

Oscar Molina es otro grande de la fotografía española, con uno de los discursos más admirados del panorama español. Sus talleres y los que organiza en el cabo de Gata (Almería) nunca defraudan y no encontrareis alumnos suyos que no dejen de recomendarle.

Estos tres fotógrafos han estado desgranando, a lo largo de una escasa hora y media, algunas de las reflexiones más inspiradoras para todos aquellos que queremos, algún día, tener en nuestras manos un libro que nos haga sentir orgullosos. La fotografía y su relación con el texto. Pocas veces las veremos juntas:

Oscar Molina tuvo el mejor entrenamiento fruto de la necesidad. Cuando era pequeño le regalaron una cámara, pero como era muy caro pagar el revelado y el carrete, sus padres le propusieron que en vez de fijar la imagen en el negativo, que mirara por el visor y luego les describiera lo que había visto. Desde pequeño unió texto e imagen.

El texto se puede utilizar, en un libro de fotografía, con una relación cualitativa con la imagen, de tal manera que ambos actúen como llave del otro.

Navia recuerda una cita de la gran Lisette Model, acerca del libro fotográfico:

Si pienso en hacer un buen libro de fotografía, pienso en uno que sólo tenga fotografías.

Siempre que prepara uno, a su equipo le resuena esta frase lapidaria, que propone un libro donde el prólogo, el cuerpo, el prefacio... y cada una de las partes se pueda expresar con una imagen. Evidentemente es una quimera, una utopía que nunca nadie ha conseguido llevar a cabo. Pero la profesora de Diane Arbus, Bruce Weber o Larry Fink, entre otros grandes, no puede estar equivocada.

Con la edición de un libro sabemos qué fotografías son malas, pero nunca sabremos cómo se hacen buenas fotografías, porque no hay reglas. El primer paso de un fotógrafo es aprender cómo es una mala imagen.

  • Bien usados, la fotografía y las palabras pueden interaccionar y llegar juntas mucho más lejos que si hacen el camino en solitario.

Hacer un buen libro de fotografía es una de las cosas más complicadas que existen.

Un texto tiene el poder de cambiar totalmente la intención de una fotografía. Y viceversa, añadiría yo.

Un texto no tiene que acompañar a una fotografía por necesidad, sino porque el autor tiene la intención de ponerlo, de unirlo a la fotografía.

Un trabajo que termine en un libro puede empezar siempre por una lectura. Lo importante es, que para evitar que haya contaminación entre ambas partes, es que sean independientes y nunca se haga ambas cosas a la vez, para evitar la literalidad.

  • Las fotografías son impresiones inconexas que se unen en la edición y se relacionan gracias al texto. La preparación tiene que ser consciente; los disparos inconscientes y la edición debe volver a la consciencia.

La palabra y la imagen deben tener su espacio bien delimitado, para que no se mezclen sino que se apoyen entre sí.

Una de las diferencias más importantes entre el texto y la fotografía es que las imágenes son polisémicas, tienen un lenguaje abierto, algo de lo que carece el lenguaje escrito, salvo en la poesía.

Y podríamos seguir con muchas más ideas expuestas en la conferencia de hoy, pero creo que muchos necesitamos asimilarlas para enfrentarnos con más fuerza en esta batalla con el tiempo que es la fotografía.

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