Últimamente parece que a todo el mundo nos ha entrado una repentina fiebre por el cloud computing, sin embargo, realmente es algo que ya existía pero que hasta no se tabularon algunos conceptos parece que se haya convertido en una novedad. Aún así, no es hasta ahora, en una época de recesión económica, cuando estamos considerando este modelo de gestión de TI. En qué consiste el cloud computing o cuáles son sus factores clave, son cosas que ya hemos comentado en alguna que otra ocasión, sin embargo, hay un detalle del que se suele hablar, el del ahorro de costes, en el que me gustaría pararme con mayor detenimiento.

Del Saas (Software as a Service) siempre se ha dicho que es un modelo de gestión en el que el usuario paga por el uso de una aplicación a la que accede, típicamente, a través de su navegador web. Ejemplos del SaaS podrían ser Google Docs o Microsoft Office 365 (uno gratuito y otro de pago) que nos ofrecen una suite ofimática sin necesidad de tener una aplicación instalada que haya que mantener, actualizar o parchear. Teniendo en cuenta la facilidad de uso, y la abstracción de instalaciones o mantenimientos, el software en la nube puede ser un potente vehículo para la modernización de los sectores productivos que, normalmente, no podrían adoptar tecnología porque la inversión en servidores (físicos o en la nube), la instalación de aplicaciones y el mantenimiento de éstas, son tareas que se saldrían de su presupuesto.

La centralización (o consolidación de centros de datos) es una tendencia que cada vez se da más en las empresas (aunque a veces juegue malas pasadas como el rayo de Amazon). Estados Unidos, sin ir más lejos, ha anunciado que va a cerrar un notable número de centros de datos, el 40%, porque va a apostar por la centralización de aplicaciones y el modo SaaS de explotación, ahorrándose una importante suma de dinero en personal, energía, climatización, infraestructuras, etc. Podría parece que estamos “comparando peras con manzanas”, sin embargo, si Estados Unidos recorta costes, una pequeña empresa, gracias a la nube, tiene acceso a servicios a los que antes no podía acceder y, además, a un coste asumible, por tanto, se democratiza el uso de la tecnología.

El cloud computing, independientemente de ser un nuevo paradigma de gestión o un camino hacia el greenIT, es un vehículo que puede optimizar los procesos de las empresas. Pensemos, por ejemplo, en Google Apps, la suite empresarial de Google que ofrece un paquete ofimático, correo electrónico, agenda y páginas con las que hacer, por ejemplo, una intranet. Un paquete interesante que podría completarse con otros servicios en la nube como, por ejemplo, Dropbox para mantener nuestros archivos y documentos.

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Puede parecer una tontería pero una empresa que guarda todos los archivos en un PC debajo de una mesa y no hace copias de seguridad, realmente, podría verse un grave aprieto si ese servidor se averiase y, por tanto, tendría que pensar en realizar copias de seguridad o emplear a alguien que fuese a hacerlas. Con un servicio en la nube, la empresa se abstrae del mantenimiento de su servidor de archivos y, además, gana en movilidad porque podrá acceder a sus documentos desde cualquier lugar. A esto me refiero con la mejora de la competitividad de las empresas, porque se les está abriendo la puerta a mejoras en su propia organización.

¿Mejoras organizativas? No tener que depender de unas infraestructuras fijas permiten movilidad y, por tanto, abren la puerta a la conciliación familiar y al teletrabajo y la telepresencia (a las que podemos sumar herramientas de comunicación como Skype). Una pequeña empresa con teletrabajadores puede aumentar su volumen de negocio, aumentar su plantilla y, sin embargo, no aumentar en espacio de oficinas.

Esta es la senda que creo marcará el uso de la nube en las empresas, como vehículo hacia una gestión mucho más eficiente de los recursos y, además, hacia la adopción de nuevos modelos organizativos.

Imágenes: Iguana Hosting y Today's Facility Manager

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