Es una fresca noche de verano. Queda poco para que amanezca y en el horizonte comienza a clarear. De pronto una luz incendia el firmamento. Una enorme bola de fuego atraviesa veloz el firmamento de punta a punta. A diferencia que las plácidas estrellas fugaces, esta bola de fuego deja una estela visible varios segundos y estalla antes de desaparecer perezosamente en el cielo. Es lo que hacen los bólidos y meteoros: brillar con muchísima intensidad antes de desintegrarse en nuestra atmósfera. Mucho más fuertes que las más comunes estrellas fugaces. ¿Qué son y por qué son tan comunes en esta época del año?

¿Qué son los bólidos y meteoros?

En los últimos meses hemos visto varias noticias con titulares como: "Una bola de fuego atraviesa España" o "Una bola de fuego tan brillante como la Luna sobrevuela el sur de España". Es cierto, llevamos una racha especialmente intensa de bólidos y meteoros en nuestro cielo. Pero, un momento ¿qué son bólidos? ¿Y qué son meteoros? ¿No son estrellas fugaces? Estos cuerpos tienen algunas diferencias esenciales. Visualmente hablando, los bólidos duran mucho más tiempo. Estas bolas de fuego pueden durar varias decenas de segundos brillando en el cielo. Los meteoros, sin embargo, apenas duran unos cuantos segundos, son menos brillantes y no se desintegran tan fácilmente en un estallido. Las estrellas fugaces o meteoroides son, como su nombre indica, mucho más fugaces y efímeras.

Otra característica de los bólidos es que normalmente van acompañados de sonidos como silbidos o estallidos. Por cierto, se considera un meteorito a un meteoro o bólido que finalmente llega a la tierra, dejando la roca sobre su superficie. Y ¿qué otorga a estos cuerpos sus características? Pues su masa, volumen y composición. La menos importante de las tres es la última, pues influye principalmente en el color de la deflagración. Pero a los miles de grados que alcanzan los bólidos y meteoros, pocas sustancias resisten. La masa y volumen, sin embargo, son mucho más importantes ya que una roca tardará más en desintegrarse y se verá con mayor intensidad cuanto más grande y densa sea.

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Así, los bólidos suelen ser piedras de entre 0,5 y 10 toneladas mientras que los meteoros se cuentan por kilogramos. Las estrellas fugaces son restos de polvo y pequeñas partículas que no superan los gramos de peso. Mientras que las estrellas fugaces no superan los cientos de kilómetros de distancia hasta nuestra superficie, los meteoros se acercan hasta los cincuenta kilómetros y los bólidos mucho más, (incluso hasta la decena de kilómetros), por lo que se aprecian mucho más fácilmente y, por ello, pueden ser escuchados al estallar. Ahora que ya lo tenemos más claro, nos surge otra duda: ¿por qué se ven tantos en esta época del año?

Cuando las estrellas llueven

Hace unos días pudimos disfrutar de una magnífica (aunque no tan intensa como esperábamos) lluvia de perseidas. Conocidas así debido a su radiante (el punto de mayor intensidad), que se encuentra cerca de Perseo, las lágrimas de San Lorenzo ocurren siempre por estas fechas, iluminando las noches de verano en el hemisferio norte (y de invierno en el sur). ¿Qué le pasa al cielo en esta época del año para que se "caiga" sobre nuestras cabezas? Existen varios factores que coinciden en estas fechas. Por ejemplo, las perseidas son una lluvia de estrellas provocadas por los restos del cometa 109P/Swift-Tuttle, un enorme asteroide que gira en torno al sol con una órbita de 135 años. Cada vez que se acerca, la estela de polvo que desprende por el efecto solar se queda a la deriva. Así, la Tierra atraviesa una vez al año la estela dejada por el cometa, provocando unas noches llenas de estrellas fugaces. Entonces, ¿los bólidos observados son restos del "Swift-Tuttle"? No tienen por qué. Además de las perseidas, durante esta época también atravesamos otros campos de restos que provocan otras lluvias de estrellas.

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Por ejemplo el de las Alfa Capricórnidas, el de las Delta Acuáridas o el de las Piscis Austrínidas, que se pueden disfrutar todo el verano. El primero de estos campos está provocado por el cometa 169P/NEAT, que también se acerca periódicamente y que deja restos más escuetos pero aún más vistosos (por ser más grandes) que las perseidas. Así, el bólido del pasado 8 de julio es un fragmento de roca procedente de este cometa. Era bastante más grande que los restos del P109/Swift-Tuttle, como podéis imaginar, y atravesó la atmósfera a 95.000 kilómetros por hora. Recientemente, otras dos bolas de fuego iluminaban el cielo. Ambas fueron grabadas y recogidas por diversos observatorios en el sur de España a su paso. Y no son los únicos bólidos y meteoros de este verano. Según los datos del Observatorio del Calar Alto, al menos ocho bolas de fuego han atravesado la atmósfera por encima de la Península ibérica desde Junio. Algunos de ellos, según indican los datos de seguimiento del proyecto SMART, tienen el mismo origen que la lluvia de Perseidas. Otros que las Capricórnidas.

Fotografía: Oli Scarff -  AFP -  Getty Images
Fotografía: Oli Scarff - AFP - Getty Images

En comparación las Delta Acuáridas, son más tenues, pero constantes, provocando una lluvia persistente durante estos meses. Las Piscis Austrínidas son aún más efímeras que las Acuáridas, pero también nos permiten ver algunas estrellas fugaces cuya radiante se encuentra en Piscis, como indica su nombre. No obstante durante el resto del año también se producen lluvias de estrellas y bólidos. Lo que ocurre es que justo ahora confluyen estos cuatro fenómenos en un espacio muy corto de tiempo. Momentos que, además, coinciden con una época que invita a salir y disfrutar de la noche en lugares apartados. Así que podemos decir, sin demasiado temor a equivocarnos, que es la casualidad la que provoca la magia de algunas noches de verano.

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