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Está en todo el mundo y ha venido para quedarse. Los misterios de la economía colaborativa ya no son un secreto para nadie, pero eso no exime a este tipo de nueva fuente de ingresos, y quebraderos de cabeza, a que sea objeto de estudio. Recibiendo todas las atenciones y menciones de los entorno de más tradición financiera, siendo los más asombrados por la magnitud de las cifras que maneja este sector. Sobre todo cuando el 64% de este tipo de empresas tienen la capacidad de crear empleo -al menos 10 trabajadores cada una de ellas-.

Por tamaño y madurez tecnológica, México y Brasil son los mercados de Latinoamérica con más economía colaborativa Con un volumen de millones de dólares circulando a lo largo del año, y aumentando desde que este tipo de actividad se ha fomentado, la idea es que duplique -o incluso más- las cifras logradas hasta la fecha.

En Latinoamérica, por el tamaño del mercado y la madurez tecnológica, los países que despuntan en esto del sistema colaborativo son Brasil y México, seguidos de cerca por Perú y Argentina.

Sin embargo, aún tienen una serie de retos que afrontar, principalmente en México, geografía que nos ocupa en este momento. Según el último estudio de Economía Colaborativa en América Latina, México es el país con más potencial, pero el desconocimiento en un 60% de los negocios que crecen en lo colaborativo, la desconfianza de los clientes -con un 42%-, y el acceso a la financiación en un 43%, son elementos que, de momento, lastran al sector. Cuestiones que, en mayor y menor medida, son similares en el resto de lugares del mundo; a las que se une una gran fragmentación laboral y protección al consumidor.

La necesidad de añadir mejoras e innovaciones en los marcos jurídicos se hace, por tanto, igual de necesario que en Europa.

Imagen: Wikimedia
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Del lado de la ausencia legislativa

Contra todo pronóstico, la regulación de México, tanto la existente como la adaptada, es la que más partícipe se ha mostrado a la hora de ponerse del lado de la economía colaborativa. Tiene la virtud de ser uno de los pocos países, no sólo de Latinoamérica sino a nivel mundial, de haber legalizado una serie de proyectos que, en otros muchos lugares, siguen vetados. Y otros que, ausentes de regulación propia han terminado cuajando.

Es, de hecho, la aceptación por parte de la regulación lo que ha relanzado esta región. Experiencias relacionadas con el transporte y los servicios para empresas, principalmente, tienen prácticamente el campo abierto en el país.

Poco a poco, y sin apenas regulación, las experiencias de la economía colaborativa en México están creciendoYa hablamos de BlaBlaCar en México en el momento en el que cumplía un año de operaciones: mucho éxito y muchos usuarios, aunque con alguna carencia a la hora de encontrar conductores. Sin embargo, como nos comentaba Alberto Padilla hace unos meses, la experiencia legal vivida en Españase ha tomado como ejemplo para lo que pueda venir en otros lugares. Pero parece ser que en México no será así; BlaBlaCar ha conseguido lo que un sistema público de transporte no había podido hacer hasta la fecha, y sin leyes propias como podría tener Francia. Cubrir las largas distancias existentes en el país y que estaban desatendidas, tanto en precio como en disponibilidad. Es decir, en este caso, una ausencia de legislación ha favorecido uno de los servicios más colaborativos que existen en el momento.

Por otro lado, existe la experiencia de Airbnb. Con una ausencia de regulación, al igual que en el primer caso, esta oferta también ha encontrado su lugar en el país. No exenta de quejas por parte del sector hotelero tradicional, similares a las experimentadas en España, México ha sabido controlar los límites de cada una de las partes. De nuevo, una ausencia de regulación ha apoyado el negocio; que aunque con igual éxito que en países eropeos donde ya se está gestionando una nueva legislación que regule este sistema, de momento, en México no la ha necesitado.

Sin embargo, todas estas iniciativas han tenido origen fuera de las fronteras de México. Unas vienen de Francia, otras de Estados Unidos, España... Las extranjeras son estas las que más beneficios recaudan hasta la fecha. Pero hay una serie de experiencias similares, adaptadas al entorno de la economía colaborativa, que forman parte de los negocios nativos.

En el área de la movilidad por ciudades, y enfocadas al entorno de las bicicletas, existen varias experiencias carentes también de regulaciones: Bikla o Bikin-go. Y Airbnb no está solo; DadaRoom o Parkeo ofrecen un servicio similar. Situación que se repite en el caso de BlaBlaCar, la cual se hizo con el negocio local de Aventones, y tiene un rival llamado CarrotMX

 Miriam Doerr: Shutterstock
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El crowdfunding, también en vías de desarrollo

Donde sí se requiere una regulación firme y adaptada a la situación es en el terreno de las financiaciaciones, fintech, y más específicamente, en el terreno colaborativo del negocio: el crowdfunding; el cual mueve más de diez millones de dólares al año en el país. El informe sobre este tipo de economía apuntaba que este sector era uno de los más prometedores a largo plazo, pero había que asegurar cuestiones referentes a la mejora de la seguridad cibernética y los mecanismos de prevención de fraudes. Pero, de nuevo, se carece de una legislación.

Varias fuentes apuntan que a lo largo de julio, el ejecutivo de Peña Nieto esbozará los primeros rasgos de una ley que apoye al sector financiero tecnológico y, probablemente, el financiero colaborativo.

Aún así, el Banco Interamericano de Desarrollo apuntó que colaboraría en el desarrollo de una ley que integrase lo mejor de todas las existentes en materia de crowdfunding, con el objetivo de crear un sistema de primer nivel.

Y es que plataformas existen unas cuantas: Fondeadora, Crowdfunder.mx o Play Business, entre otras muchas.

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¿Qué hacemos con Uber y Cabify?

Gran pregunta esta. Uber ha desatado la polémica, no solo en lo que a su lucha contra el sector del taxi se refiere. Los debates se adivinan complicados a la hora de determinan si Uber es economía colaborativa o no. Su versión más primigenia, en la que conductores normales aprovechaban un determinado trayecto para llevar a gente que quería hacer el mismo -como una especie de BlaBlaCar de ciudad- sí era economía colaborativa. Su lucha contra los gobiernos y los poderes económicos establecidos les ha hecho, lamentablemente, perder ese estado; pese a que en la mayor parte de las ocasiones se les siga metiendo en el grupo.

México llegó a un acuerdo intermedio con Uber para, finalmente, regular su actividadAún así, México es de los pocos que ha tenido la valentía de permitir y regular la actividad de Uber en sus calles. Es, junto con algunas regiones de Estados Unidos e Inglaterra, uno de los primeros en hacerlo. Y tiene mucho sentido. Pese a algunas de las quejas de los taxistas, los problemas de seguridad por lo que atraviesan algunas zonas del país han hecho necesario que los conductores, y gracias a Uber, aporten sus datos o que se vigilen los trayectos.

Esta regulación, primera de su clase y en el otro extremo de las ausencias notables anteriormente citadas, fue un entente cordiale entre ambas partes. Todos los conductores debían estar registrados en la Secretaría de Movilidad y aportar fondos para la mejora de los taxis públicos. Y aún así hubo polémicas por las tarifas variables de Uber; las cuales también se han terminado regulando para evitar los picos de demanda.

Esto es ante todo, un juego de extremos en el que al final todos tendrán que pasar por el aro de la legislación.

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