Año 2007. En el mundo del fútbol, Ronaldinho ha abdicado y el Barça ya no está para batirse el cobre con cualquiera. El Madrid vuelve a emerger. Las capitales de Europa son Milán y Liverpool. Messi es un veinteañero imberbe llamado a ser el sustituto de Ronaldinho. Pero hasta Messi tiene un sucesor: Gai Assulin (Netanya, Israel, 1991), un canterano del Barça que acaba de cumplir 16 años. Demasiado temprano como para meterle la presión de ser el heredero del heredero del trono.

Frank Rijkaard, entrenador del Barcelona por aquel entonces, le da la alternativa y le incluye en los entrenamientos del primer equipo. Su nombre comienza a aparecer día sí día no en la prensa. Guardiola, que llegó un año después, le dio continuidad en su condición de promesa. Pero cuando acabó el segundo año de la época Pep, defenestrado por la intermitencia y la fama de jugador que todo lo comienza pero nada termina, Gai Assulin se marcha del Barça a los 19 años, con la etiqueta de promesa fracasada, de juguete roto.

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A partir de ahí, dos años en la disciplina del Manchester City (cuando aún no habían llegado los petrodólares) jugando la friolera de cero partidos en total, con una efímera cesión al modesto Brighton & Hove Albion de por medio. Después, vuelta a España para pasar por tres clubes en tres años: Racing de Santander, Hércules y Mallorca. Ninguno quiso quedarse con él. Tanto fue así que tras salir del Mallorca, ahora en 2ª división, se vio sin equipo. En siete años pasó de compartir vestuario con Messi -y estar llamado a ser su sucesor- a empadronarse donde habita el olvido. Y sólo con 24 años. Actualmente, tras unos meses en solitario, ha recalado en el Hapoel Tel Aviv de su país natal.

A un nivel mucho menor, pero totalmente válido como ejemplo, encontramos a Marc Mateu (Valencia, 1990), que con 18 años debutó con el Levante en Primera División y jugó varios partidos. Parecía uno de los que sí llegarían a la élite, pero a partir de ahí su trayectoria fue cuesta abajo y nunca se consolidó en lo más alto. Con 25 años, Mateu ha vivido en Valencia, Irún, Badajoz, Zaragoza, Villarreal y Soria. Lejos de los sueldos galácticos (siempre entre 2ª y 2ªB), y también lejos de su familia y de una vida estable y arraigada. Ahora, a punto de cumplir los veintiséis años, y en las filas del Numancia, espera la que quizás sea su última oportunidad para despuntar. La cara B del fútbol fuera de los galácticos.

Desde el núcleo familiar

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El presente de Javi Espinosa (Talavera de la Reina, 1992), jugador del Elche, dista del pasado, cuando era una joven promesa del Barça y Pep Guardiola comenzó a incluirle en convocatorias, entrenamientos y stages con el primer equipo. Espinosa llegó a la cantera barcelonista desde Toledo a los trece años. Nos cuenta su aventura durante esta década su hermano, José Luis, diez años mayor que él.

"Desde el primer momento en que apareció en la familia la posibilidad de que se marchara, yo dije que por mí no se fuera. Javi es el menor de cuatro hermanos, un buen ejemplo de sobreprotección. Se fue a Barcelona y fue duro. Mis padres lo veían más a menudo, quizás dos de cada tres fines de semana, pero sus hermanos lo veíamos menos. Es sin duda la parte más dura de tener un hermano futbolista: haberme perdido su adolescencia. Un día apareció en casa con la voz completamente cambiada, me perdí ese proceso, igual que cuando le salió el bigote... Esa parte de tener un hermano pequeño la perdimos".

Cuando preguntamos a José Luis por los aspectos más negativos de tener un hermano que está llamado a la élite del fútbol, comienza a enumerar, pero sin duda hace hincapié en una figura en particular: los amigos, que distingue entre "los de verdad", y los que son "interesados, arrimados".

"Amigos de verdad de mi hermano, pocos. Son los que se pegan panzadas de viajes para ir a verle jugar, y se dejan el dinero de la entrada. Luego hay millones de interesados, que siempre están pidiendo entradas, intentando conseguir favores... A mí mismo, gente que ni me saluda por la calle, luego viene a ver si mi hermano puede conseguirle una entrada o tal cosa... No, mi hermano no puede conseguirles nada. Cuando estaba en el Barça era peor. En la tienda de cortinas de repente hubo una época en la que siempre había gente, siempre iba alguien a preguntar, a ver... Conforme ha bajado el nivel de equipo en que estaba mi hermano, eso se ha ido aminorando. Pero bueno, está bien que haya ocurrido eso, así sabes encajar muy bien a cada uno donde se merece.

No todo iba a ser malo. Al preguntarle por lo mejor de la vida futbolística de su hermano, no duda:

"¿Lo mejor? Verle disfrutar cuando las cosas le han ido bien. Por ejemplo, la cara que tenía cuando debutó con el Villarreal en Primera, contra el Levante. Su cara de nervios y satisfacción en la banda cuando estaba esperando a poder entrar en el campo... Recuerdo también un día jugando en el Allianz Arena, en una copa veraniega. Le enfocó la cámara de televisión, abrazado con David Villa, y tenía una cara de satisfacción... Como diciendo "joder, ¡estoy aquí!". Fue la leche. Aparte, mi hermano ha vivido algunas cosas que sólo ha podido vivir por ser futbolista. Dio un paseo por la Casa Blanca en una gira con el Barça. Y luego tenemos una foto que sale en un avión de Qatar Airways o una de esas, un avión espectacular, sentado con Abidal, tan feliz. Pero en general, ver que ha logrado su sueño de jugar en Primera, independientemente del dinero, que al fin y al cabo sólo genera problemas que se solucionan con el mismo dinero."

Así y todo, la carrera a la élite no fue fácil. Cuando Espinosa tenía 15 años se murió su tía más allegada, y tuvo que ser un empleado del club quien le diese la noticia, a 740 kilómetros de su familia. Podría haber sido peor, ya que hay familias que se hipotecan pensando en un futuro en que su hijo les saque adelante a todos. Los primeros salarios profesionales en un club grande pueden llegar en la etapa juvenil, pero no dan para gran cosa, menos aún para mantener una familia, menos aún si han de realizar constantes viajes desde una ciudad lejana. Por otro lado, la figura del entrenador es un arma de doble filo para el joven futbolista: "muchas veces es un entrenador quien se marca el tanto de sacar a un buen jugador de la cantera, así que si ven que no lo consigue, ese jugador va fuera, sin miramiento. Y a por otro. Es un negocio y todo el mundo quiere su parte."

Durante los años de formación, José Luis también cree que hay determinadas prácticas y condiciones que deberían repensarse teniendo delante a gente tan joven: "A un chaval de 16 años no le puedes expulsar de un club porque una noche se haya escapado para irse de fiesta, o porque un día tenga una mala respuesta. A un tío de 25 o 30 años es otra cosa, pero a un chaval que en realidad es un niño, lo que has de hacer es sentarle, echarle la bronca y explicarle por qué lo que ha hecho está mal". Son conocidos los casos de miembros de la cantera de clubes que acaban expulsados por motivos disciplinarios.

El ejemplo más sangrante: de gran promesa nacional al ostracismo

Es el caso de Jonathan López (Riaño, 1981), nada menos que el portero titular de las selecciones sub16 y sub17 de la segunda mitad de los noventa, por delante de Iker Casillas, que calentaba banquillo a la sombra de Jona. A los 14 años ya había firmado un contrato con Nike. Todo el mundo lo señalaba como el próximo gran portero español, llamado a un equipo grande y a la portería de la Selección. Nunca fue así, pero el Valencia, en pugna con otros grandes de Europa como el Chelsea, se hizo con sus servicios. Las expectativas que acompañaban a Jona influyeron de más en las cifras de su contrato: 420.000 euros anuales durante siete años, un auténtico despropósito para un jugador tan joven, con todo por demostrar en la élite. Pero eran los años bárbaros del fútbol español. De España en general.

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Antes de cumplir los veinte, Jona se vio con la perspectiva de ganar tres millones de euros en los siguientes siete años. A ello se le unía la fama prematura, las elevadísimas expectativas de futuro. El problema deportivo llegó cuando Jona, que se fue cedido para irse fogueando (a sesenta kilos por año) en equipos de segunda (Numancia y Oviedo fueron sus destinos), acabó siendo rechazado por todos los clubes de la categoría, incluso con el Valencia asumiendo su ficha. En el Valencia B tampoco tenía sitio, y acabó en el Valencia C, en Tercera, donde algunos de sus compañeros cobraban 300 euros al mes. Si Jona cobraba más que muchos de los jugadores de Primera, la diferencia con los de Tercera era sangrante y afectaba incluso a la relación con sus compañeros. Para entonces, Jona también dejó de cuidarse y subió demasiado por encima de su peso ideal. Su cruz sólo acababa de empezar.

La historia continuó con Jona retirándose a los 26 años tras una mala experiencia en las filas del Córdoba, ya sin el suculento contrato del Valencia, para terminar volviendo poco después a un desfile por clubes de tercera y cuarta fila en España, y un periplo en Grecia que acabó de forma prematura por "diferencias" con el presidente del Levadiakos. Nunca llegó a echar raíces en ningún club. En 2012 aterrizó en las filas del Veria griego, donde permanece a día de hoy, con un matiz: el curso 2014/2015 lo pasó enrolado en el Getafe, donde a sus 33 años cumplió su sueño de debutar en Primera División. Su único partido en toda la temporada. Quince años antes se le presuponía el futuro que en realidad tuvo Iker Casillas.

Cuando a un niño se le hace creer futbolista

Ceballos con la camiseta del Tottenham en el curso 2013/2014. Imagen: SkySports.
Ceballos con la camiseta del Tottenham en el curso 2013/2014. Imagen: SkySports.

A Cristian Ceballos (Santander, 1992) el salto a la fama le llegó demasiado pronto: con doce años, un vídeo suyo haciendo malabarismos junto a Ronaldinho, número uno mundial entonces, hizo que muchos parroquianos comenzaran a recordar su nombre.

Esa misma frase fue con la que, en un spot del propio Barça en el que salieron varias promesas del club, un diecisieteañero Messi entre ellas, se despedía: "Recuerda mi nombre, soy Cristian Ceballos". A los doce años, a Cristian le hicieron sentir un futbolista de pleno derecho, pero sólo era un niño. Ahí comenzó su calvario.

Christian 1Por su edad (doce años menor que Ronaldinho, cinco años menor que Messi) estaba llamado a ser la próxima estrella, la tercera generación emergente. Incluso el Barça lo trataba con especial cariño para tratarse de alguien tan joven. Los años siguientes pasaron con más aceite que vinagre. Su nivel mediático fue decayendo en la misma medida que su aportación al colectivo.

Para 2011, con diecinueve años y ante la falta de interés del Barça en seguir contando con él, comenzó a buscarse la vida lejos del Camp Nou. Tras algunas pruebas en clubes de la liga inglesa recaló en el Tottenham B en 2012, donde tras calentar banquillo y marchar cedido un año al Arouca, un equipo modesto de la primera división portuguesa donde sí tuvo minutos, se vio en 2015, con 23 años, sin destino.

Hasta que apareció el Charlton, otro club inglés de The Championship, equivalente a la segunda división. Aunque su estreno fue decepcionante y los aficionados del Charlton comenzaron a recordarle más por un pésimo lanzamiento de corner que por la calidad que prometía cuando intercambiaba filigranas con Ronaldinho. Muy lejos quedan los tiempos del vídeo con el brasileño y la sensación de tener el futuro solucionado. Una promesa rota más, que sin embargo nunca perdió las formas. Nos lo cuenta también José Luis Espinosa, cuyo hermano fue compañero de Cristian en su adolescencia:

"Lo de Ceballos fue algo casi inexplicable. Pasó de jugarlo todo, casi por decreto, y ser la estrella, a no jugar. Ibas al campo a ver jugar al equipo, y él no estaba ni en el banquillo. Lo veías en la grada, con los padres del resto, con el chándal puesto. Y ni una mala palabra, ni un mal gesto... Un chaval majísimo. Dicen que se lo cargaron porque le quisieron renovar a la baja y el padre no aceptó. Otras teorías hablan de que fue promocionado por una rama de la directiva y la otra, al llegar al poder, quiso quitárselo de encima. Una verdadera pena."

De gran promesa del Arsenal a la vida en Huesca

Fran Mérida (Barcelona, 1990) fue uno de los adolescentes pioneros en marcharse a jugar a un equipo de la Premier League a mediados de la década pasada, tomando el testigo de Cesc Fàbregas, de quien repitió hasta equipo, el Arsenal de Àrsene Wenger.

Arsenal+v+Rangers+Emirates+Cup+9w2lAApjmL4lLa evolución de Cesc, y la forma de seguir sus pasos por parte de Fran (de Catalunya a Londres), hacía inevitable pensar que a este le aguardaba un destino muy similar, como gran nombre de la siguiente década del fútbol español, con un papel clave en un grande de Europa.

Tras una breve cesión de vuelta a España (Real Sociedad) cuando ni siquiera había cumplido la mayoría de edad, el Arsenal le firmó un contrato de profesional avalado por las buenas palabras que el catalán suscitó en Wenger. "Es un jugador absolutamente sorprendente". El idilio con el francés no duró demasiado: lo mismo que tardó en quedar relegado a la intrascendencia, algo menos que lo que le costó decidir buscarse la vida lejos del barrio de Holloway.

A partir de su salida del Emirates, una trayectoria errática: Atlético de Madrid en dos etapas, Sporting de Braga, Hércules de Alicante, Atlético Paranaense y Huesca son el rastro de Fran Mérida, que acaba de cumplir 26 años. Demasiado en tan poco tiempo, pero sobre todo, demasiadas expectativas y presión para alguien tan joven.

Fran en la temporada actual, jugando con el Huesca. Imagen: S.D. Huesca.
Fran en la temporada actual, jugando con el Huesca. Imagen: S.D. Huesca.

"En Inglaterra se valora y respeta mucho más al futbolista"

Son las palabras de Pablo Couñago (Redondela, 1979), un futbolista a quien la vida le trató bien: "he tenido bastante suerte". Son las palabras, también, de una persona humilde. Tras llegar muy joven al primer equipo del Celta de Vigo y haberlo jugado todo con las selecciones inferiores hasta alcanzar la sub-21, donde fue compañero de Xavi, Casillas, o Yeste, pasando mientras tanto por clubes de segunda, tuvo que buscarse la vida lejos de casa. Concretamente, en Inglaterra, donde pasó ocho años en dos etapas separadas por un período en el Málaga.

Pablo Couñago con la equipación del Ipswich Town.
Pablo Couñago con la equipación del Ipswich Town.

"En Inglaterra se valora y respeta mucho más al futbolista, incluso a nivel de salarios: la 2ªB inglesa puede equivaler a la segunda de muchos países, e incluso a muchos equipos de primera". Cuando llegó al Ipswich Town, en 2001, no era habitual ver a españoles haciendo el viaje a las islas. "Ahora es casi hasta lo más normal, que haya gente que se tenga que ir fuera, pero en esa época era muy raro".

Tras pasar los mejores años de su carrera en Inglaterra, decidió cambiar el rumbo. "Con 33 años me apetecía conocer otras culturas, otros países, aunque el impacto del fútbol es muy distinto al de España". Así, se marchó a Vietnam primero y a Hong Kong después. En 2013 volvió a España para pasar un año en el Choco, el equipo de su pueblo, recién ascendido a Tercera. Desde que finalizó aquel curso, juega en el Honka Espoo, de la primera división finlandesa. Allí ha encontrado estabilidad junto a su familia, y confiesa que quiere vincular su futuro al de su club actual de cara a la formación y el organigrama.

Couñago, en su etapa en las categorías inferiores de la selección española. Temporada 1998-1999.
Couñago, en su etapa en las categorías inferiores de la selección española. Temporada 1998-1999.

Sobre eso mismo también le preguntamos: ¿están los niños expuestos a demasiada presión para que compitan con el resto de cara a lograr llegar al fútbol de élite? "En muchos campos siento miedo y vergüenza al ver lo que muchos padres hacen a sus hijos. El mío mayor tiene ocho años y quiere ser futbolista, lo cual me hace mucha ilusión, pero nunca le voy a presionar, ha de divertirse, el fútbol de la infancia es lo más maravilloso de la vida, cuando eres profesional ya no es tan bonito, es un negocio más".

Pese al contraste entre las expectativas de su veintena y el desarrollo de su carrera, Pablo se siente "muy orgulloso y contento" de todo este tiempo y todo lo vividoEsa actitud es una herencia: a él nunca le obligaron ni impusieron nada de cara al fútbol, ni cuando tenía siete años. Lo cual también explica su actitud treinta años después, ya que al preguntarle por la evolución de su carrera, no se siente un juguete roto. "Estoy muy orgulloso de haber compartido vestuario durante años con gente como Xavi o Casillas. Como todo en la vida, unos llegan a lo más alto y otros no. No mantuve la regularidad de cuando era más joven y estaba en el Celta, pero era consciente de que no iba a llegar a la selección jugando en la segunda división inglesa. Nunca asimilé el fútbol como a vida o muerte. No he llegado a la élite pero estoy contento, he tenido suerte por las categorías en las que he jugado".

Volviendo al fútbol y la presión en la infancia, cree que todo forma parte de un sistema donde los culpables se difuminan: "la prensa te dice que un chaval de diez años es el nuevo Messi, pero la prensa lo hace porque ha de vender, y ese contenido genera interés en sus lectores. Sin interés general en esos temas sobre niños, no lo publicarían. Por otro lado, los clubes hace quince o veinte años iban buscando chavales de 18 para fichar, ahora ya buscan a niños de ocho años. Y si un club no lo hace, el de al lado sí lo hará, así que todos acaban entrando en el juego. Es imposible controlar eso por completo".

Salarios

Por convenio, los futbolistas de Primera División en España tienen un sueldo mínimo de 6.500 euros mensuales desde la última reforma del convenio colectivo, aplicable en julio de este año y con una duración de cuatro temporadas, hasta junio de 2020. En Segunda División, la cantidad queda fijada en 4.000 euros. Cifras muy suculentas para el mercado laboral general, pero no tan satisfactorias para una carrera laboral que termina a los 35 años.

Los salarios de Madrid y Barça, que dan como para vivir despreocupadamente de por vida con el trabajo de unos pocos años (Rafinha y Bartra, dos futbolistas testimoniales del Barça, se embolsan dos millones de euros anuales), no se replican fuera de estos clubes. A ello tenemos que añadirle el factor de la vida desarraigada y lejos de casa, muchas veces en constante nomadismo. En 2ª división, y más todavía en 2ªB, el fútbol no es un negocio viable a largo plazo si no se tiene un plan B. Sobre todo si se van cumpliendo años y no se da el salto de categoría.

Y después del fútbol, ¿qué?

"¡Después de Picasso, sólo dios!", dijo Dora Maar, musa del pintor malagueño. Pero después del fútbol y sus generosos salarios, ¿qué? Las alternativas que le quedan a un hombre promedio de 35 años, generalmente sin formación ni más talento que el balompédico, apuntan a un vacío tenebroso.

Cuando un futbolista termina su carrera en el campo, es complicado encontrar sitio en la vereda hacia banquillos y despachos. Al menos, encontrar sitio para todos. Muchos entrenadores profesionales en España vienen precisamente de carreras como futbolista, pero son pocas plazas en comparación con el tamaño de las plantillas. Otra opción, menos consistente y aún más inaccesible, es el entorno del periodismo deportivo. Muchos se ven obligados a buscarse la vida fuera del fútbol.

w_900x700_24021942Un caso tan simpático como poco paradigmático es el de Agustín 'Tato' Abadía (Binéfar, 1962), futbolista de los ochenta y los noventa vivo retrato del fútbol añejo, previo a la llegada de Beckham, rudo. El fútbol de los transistores y los plenos al quince. Porque antes del entrenador tipo Guardiola, trajeado y elegante, en los banquillos había señores de Castilla en chándal soltando tacos todo el partido. Abadía era la extensión natural en el campo de estos últimos. La resistencia a un fútbol que iba pasando de la furia al toque, del cigarrillo a los abdominales, de la persistencia a la resiliencia.

Una vez retirado, y tras unos años como entrenador en clubes de tercera fila, acabó abriendo un comercio en Logroño, la ciudad donde echó raíces tanto de jugador como de entrenador, no muchos años después de ser un ídolo en el Vicente Calderón. Donde no llegaba su talento, compensaba con su pundonor. Hoy regenta una tienda de quesos. Golazo en Las Gaunas.

Spoonful." width="610" height="493" class="size-large wp-image-939819" /> El mismo 'Tato' Abadía que repartía cera sin maldad en Las Gaunas, en la actualidad. Un tipo, simplemente, normal. Imagen: Spoonful.

"Durante su carrera, el futbolista está muy protegido. No sólo por la empresa para la que trabaja, sino por la sociedad; el futbolista es muy reconocido. Eso se termina en cuanto dejas de jugar. Te has de dar cuenta de eso y empezar a funcionar de otra manera."

Son las palabras del Tato Abadía, que vive con relativa distancia un mundo del fútbol que ha cambiado mucho desde que colgó las botas a finales del siglo pasado. Aunque es sin duda uno de los jugadores más queridos del fútbol añejo, no lo siente exactamente así.

"Creo que más que querido, soy alguien reconocido. Por mi aspecto, calvo y con bigote, mi forma de correr, de esforzarme, se me recuerda. Otros corrían tanto o más que yo pero no se les reconoce tanto. No sé explicarlo bien, me sorprende porque soy muy tímido y siempre me he relacionado poco. Pero al fútbol me he dedicado en cuerpo y alma."

Como futbolista de élite que siempre mantuvo los pies en el suelo, aunque lo fuese principalmente en clubes modestos como Logroñés y Compostela, amén del Atlético de Madrid, tiene claro que la del futbolista es una carrera profesional que trae consigo un peaje, dificultades para la persona que la ejerce: "ocurre en cualquier profesión, todas tienen sus dificultades, lo que pasa es que la del futbolista es una profesión muy visible. En nuestro caso, tener que vivir cambiando de ciudad a menudo, algo desarraigado, es el peaje a pagar a cambio de poder ganar ese dinero que te da el fútbol". ¿Cuál fue el peaje a pagar por el 'Tato' Abadía? "Sin duda, no atender a mis padres. Soy hijo único, he tenido un padre muy trabajador que siempre se esforzó muchísimo para que yo pudiese jugar de crío. No les pude atender porque no tuvimos la ocasión de disfrutar juntos de mi trabajo, de mi carrera. Según he cumplido años he sido consciente de que mi padre hubiera disfrutado mucho más teniéndome cerca".

Codos

No obstante, cada vez son más los futbolistas que desarrollan un plan B desde jóvenes a través de formación académica. Casos como los del durísimo y retirado Pablo Alfaro, licenciado en Medicina, poco a poco dejan de ser tan extraños. Entre los itinerarios más populares, Económicas, Derecho y Ciencias de la Actividad Física y el Deporte son las más habituales entre futbolistas. Aunque muchas veces, el daño ya está hecho: cuando el futbolista da por segura una muy exitosa carrera antes de cumplir la mayoría de edad y decide abandonar todo aquello que no sea el fútbol.

El caso más extremo quizá sea el de Borja Criado (Barcelona, 1982), futbolista que nunca llegó a despuntar y tuvo que retirarse anticipadamente a los 27 años. En su caso, su plan B era el fútbol, ya que nunca paró de estudiar: tras el instituto, se matriculó en Derecho. Años después, completaría su formación como notario, actividad que hoy ejerce. "Por las mañanas entrenaba y por las tardes estudiaba", contó con simplicidad en un artículo con su testimonio.

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Algunos futbolistas directamente están en el paro, unos con años de carrera por delante, otros en edad límite para encontrar equipo o abandonar. En la web de la Asociación de Futbolistas Españoles se ha habilitado, a modo de escaparate, una galería de jugadores sin equipo a la espera de ser llamados por algún club. Entre los que se salvan de ese carrusel, hay casos de quienes llegaron a lo más alto y simplemente se equivocaron con sus inversiones, como Víctor Valdés o Xavi Hernández, lo cual les obligó a buscarse la vida lejos de casa, allende los petrodólares que les permitiesen equilibrar sus finanzas. Otros directamente dilapidaron su fortuna en adicciones y desenfreno, como el vitriólico Christian Vieri, y ahora suplican un trabajo cualquiera con el que ganarse el pan.

El 'Tato' Abadía, aunque no quiere prodigarse en este tema dada su experiencia vital, también valora la vida a la que se tiene que enfrentar el futbolista tras su retirada:

"El mercado laboral actual ya es muy complicado de por sí. Más todavía para alguien de 35 años sin experiencia en otro trabajo. Lo bueno del fútbol es que crea una disciplina muy fuerte. Si el futbolista aplica esos valores una vez sale de ese mundo, le ayudará mucho a encontrar un nuevo lugar en la vida. Si consigue seguir ligado al fútbol, muy bien, pero si no, ha de buscarse la vida fuera. A mí me encantaría seguir entrenando, pero ahora tengo una tienda de quesos."

También hace una referencia interesante al contraste de oportunidades en base a la procedencia:

"Para mí, que soy de provincia, me es el doble de difícil encontrar trabajo de entrenador, pese al currículum. Uno que está en Madrid o Barcelona tiene más posibilidades de moverse con cierta gente. Sólo has de mirar cuántos entrenadores que el año pasado estaban de comentaristas de partidos han encontrado trabajo a final de curso. Con los niños pasa igual, a mí me costó muchísimo llegar al fútbol profesional, empecé en una finca de Binéfar, lejos de los equipos grandes."

SportYou." width="610" height="396" class="size-large wp-image-941178" /> Esteban Granero. SportYou.

En la última década han proliferado los futbolistas que se van formando a lo largo de su carrera. Xabi Alonso y Fàbregas se matricularon empresariales cuando llegaron a la élite. Mata e Iniesta hicieron lo propio con INEF. El primero lo compagina con Marketing. Un peldaño por debajo, están Diego Mainz, del Granada, licenciado en Económicas con matrícula de honor en Econometría. Esteban Granero, de la Real Sociedad, es psicólogo.

En 2ª, donde el futuro está algo más complicado, hay varios ejemplos también: Corominas es psicólogo, Dorca, ingeniero industrial; Moisés Hurtado y Chica son periodistas y Lucena estudió la doble titulación de Ingeniería Industrial e Ingeniería Química. Si miramos a la década pasada, Oleguer Presas también Económicas e incluso se animó a escribir un libro. El objetivo principal: tener un plan B para cuando se acabe la carrera como futbolista. En el caso de quienes no llegan a la élite, este plan B es todavía más necesario. Carecer de él puede tener consecuencias incluso para la propia familia.

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