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El acoso callejero es un tema en boca de todos los habitantes de la Ciudad de México. Las redes sociales han logrado que los medios y las autoridades se preocupen por un problema que antes se consideraba parte de lo cotidiano.

El caso de la periodista Andrea Noel, junto con otros vídeos que evidencian el acoso, han tenido eco y éxito porque miles de mujeres se han identificado con las situaciones. Más que una cuestión de empatía, las cifras lo confirman: en México, seis mujeres son asesinadas cada día, en la Ciudad de México dos son violadas a diario y miles (quizá millones) son acosadas sexualmente.

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En la Ciudad de México las respuestas del gobierno local hasta ahora han sido confusas. Luego de la marcha contra las violencias machistas del 24 de abril, Miguel Ángel Mancera, jefe de gobierno, anunció una serie de medidas que parecen no tener estrategia y que han polarizado a la sociedad.

Como el vagón rosa – los dos primeros vagones del metro exclusivos para mujeres, niños y ancianos- que antes sólo existía durante las “horas pico” y ahora está todo el día, además de operativos con policías con chalecos rosas que expulsan a los hombres que por confusión o por rebeldía se meten en ellos.

Dicha expulsión no siempre es de manera pacífica, y algunos de los infractores son llevados al Ministerio Público. Algunas mujeres en los vagones rosas celebran estas medidas, como una pasajera estudiante de la UNAM, que después de presenciar la violenta expulsión de un hombre por tres policías en la estación Universidad dijo: “No podemos distinguir a un hombre respetable de un hijo de la chingada.”

Ahora, Mancera anunció el reparto de silbatos para que las mujeres piten cuando sean agredidas. En las redes sociales fue una burla total con el hashtag #ElPitodeMancera. En México “pito” es una manera vulgar de llamarle al pene. Pero, más allá del juego de palabras, la propuesta de Mancera sigue sin ser una solución de fondo, pues la mayoría de las personas no sabrá reaccionar cuando una mujer silbe. ¿Intentaremos hacer justicia por mano propia? Es probable y puede que esto nos sumerja en una espiral de violencia. ¿Cuál es el protocolo que acompaña el reparto de silbatos?

Recientemente, Konni Lusz golpeó a su agresor en el metro de la Ciudad de México. El hombre había tocado la zona de la pelvis de la chica y ella decidió que era suficiente. Persiguió a su agresor y lo golpeó mientras una amiga grababa la acción. Las reacciones no se hicieron esperar, algunos aplaudieron el valor de Konni, pero otros comentaron que no debió haber humillado así a su acosador. Por otro lado, ¿qué posibilidad había de que el agresor fuera castigado de haber recurrido a las autoridades? Y, en caso de ser castigado, ¿qué se está haciendo para hacerles entender a los agresores que las mujeres tienen derecho a usar los espacios públicos sin ser víctimas de alguna agresión sexual?

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Los silbatos son la primera fase de una estrategia que el equipo de Mancera bautizó como 30/100, por lo que todavía debemos esperar 70 de 100 medidas que, esperemos, no estén igual de incompletas. El clima de denuncias ha encendido la llama para el combate a un problema muy complejo. Fuera de las propuestas del gobierno, la mayor aportación de todas es que el tema está en el debate y lo que antes eran batallas silenciosas, ahora son gritos que nos han hecho reflexionar a todos (hombres y mujeres) y a buscar soluciones para una convivencia mejor.

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