Cuando Steve Jobs nos habló por primera vez del App Store allá por 2008 las reacciones fueron bastante polarizadas (cómo todo lo que hace Apple vaya). Por un lado estaba la patente obsesión de Steve por controlar al máximo todo lo que pudiera correr y ejecutarse en su última creación: el iPhone. El problema está en que con Apple como portero la cola por entrar al "garito" puede ser exageradamente larga, lo que hace que haya que tener paciencia. La cuestión es que el hecho de hacer la cola no te asegura en ningún momento poder entrar, así que hay que asegurarse dos veces de no llevar calcetines blancos.

Mientras, por el otro estaban los claros beneficios que ofrecía una tienda supervisada: contar un proceso de revisión que aseguraba la calidad y seguridad del software que se vendía que aseguraba que solo las mejores apps pudiesen llegar a los usuarios. Como en todas las tiendas, Apple, también iba a hacer una labor de selección para resaltar a los mejores y favorecer el descubrimiento de nuevas apps. Todo ello, junto con los costes de distribución, tiene un precio: el 30% de las aplicaciones de pago siendo gratuita para las apps sin coste para el usuario.

En otras situaciones es fácil saber cuál es la decisión correcta, pero con el App Store no hay posición errónea. Tanto los de un lado como los de otro tienen razones más que de sobra como para justificar su posturas. Yo, personalmente, siempre he defendido la postura del "revisor" del App Store por la confianza que me generaba saber que todo el software disponible para mi iPhone e iPad había sido comprobado para saber si era seguro y de calidad. Sin embargo, estos últimos meses me está siendo cada vez más difícil justificarlo viendo las noticias que han llenado algunas portadas.

Cuando el portero no hace su trabajo y la infraestructura no es suficiente

Blomua I Shutterstock.com
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El equipo de revisión del App Store ha pasado de ser un elegante revisor de tren a un portero de discoteca "pasota"El equipo de revisión del App Store ha pasado de ser ese elegante revisor de tren que comprueba los billetes saludando amablemente a los pasajeros a convertirse en un portero de discoteca "pasota" que deja pasar a cualquiera siempre que no "arme follón" y de vez en cuando echa a alguien sin motivo aparente para reafirmarse. O esa es la sensación que a uno se le queda cuando ve que apps infectadas con XcodeGhost o la app que robaba tu contraseña de instagram campan a sus anchas por la tienda mientras que otras como Workflow, Launch Center Pro, o PCalc tienen que ir midiendo sus pasos para no acabar siendo expulsadas.

Solo tenemos que remontarnos hasta la salida de iOS 8 para ver casos realmente sorprendentes. En la WWDC de 2014 Apple pidió explícitamente a los desarrolladores que innovasen, que imaginasen lo imposible con todas las nuevas APIs y creasen extensiones, widgets y teclados que demostrasen todo lo lejos que podía llegar iOS. ¿El resultado? Los desarrolladores respondieron con aplicaciones que hasta entonces eran impensables. ¿La reacción de Apple? Volvió a viejas costumbres y expulsó a las que se habían pasado de imaginativas. O al menos hasta que la prensa se les echó encima, lo que hizo que acabaran reculando y aceptarán las apps en la tienda.

¿Cómo es posible que apps que demuestran todo de lo que es capaz un iPhone o iPad tengan que andar con cuidado de no innovar demasiado mientras otras mucho más cuestionables campan a sus anchas? El problema no es solo la mala imagen que dan con tantas inconsistencias en su discurso, si no la incertidumbre que generan a los programadores. ¿Para qué van a arriesgarse en invertir varios meses de trabajo en una funcionalidad única si es posible que no acabe nunca en manos de los usuarios?

Y las infraestructuras no están mucho mejor. El App Store (de iOS) empezó con 500 aplicaciones en 2008 y a día de hoy ya cuenta con más de 1.500.000 de apps. Volviendo al ejemplo ferroviario, “la ruta” que tenían que seguir los desarrolladores en 2008 funcionaba bien porque las infraestructuras eran acordes a la “población”. Sin embargo, a día de hoy no hay “líneas” suficientes para abastecer a la enorme cantidad de gente que quiere seguir “la ruta”. Esto hace que la espera que tienen que hacer los desarrolladores desde que envían una app hasta que aparezca en la tienda sea superior a una semana o que ocurran fallos tan desastrosos como el que hemos visto esta misma semana: que impedía a muchos usuarios utilizar algunas aplicaciones que habían comprado en el App Store. No es que el App Store haya muerto de éxito, pero sí que se ha quedado muy perjudicada.

Una tienda que no está a la altura
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El App Store ha sido con diferencia una de las mejores ideas, y más rentables, que ha tenido Apple en los últimos años. De ahí que sea tan decepcionante ver el estado en el que está hoy en día (y las consecuencias que ello conlleva). El equipo de revisión encargado de controlar la calidad y seguridad del software está saturado, lo que causa que se cuelen indeseados mientras que no paran de freír a a controles a las apps “de bien”. Lo que colateralmente acaba generando una incertidumbre que nos hace perdernos grandes ideas que jamás se llevarán a cabo por miedo a ser rechazadas.

Aunque lo verdaderamente vergonzoso es que el App Store apenas haya cambiado su forma de funcionar en los últimos años. De hecho, el único cambio significativo fue la incorporación de las compras In-App. El resto de cambios, tanto estéticos como organizativos no han servido para nada. Los programadores llevan años pidiendo a Apple que añada un sistema de versiones de prueba y actualizaciones de pago (algo que mejoraría la sostenibilidad de muchos proyectos) y quizás debería escucharles, puesto que si el impacto de estas medidas llega al 10% de los ingresos que se generan vía compras In-App el boom económico para muchos proyectos sería realmente significativo.

O al menos deberían molestarse en mejorar la propia tienda, puesto que no es aceptable que una app que esté lista para “vender” tarde horas en propagarse (y aparecer) a todos los usuarios, o que ocurran fallos como el de esta semana. Por no hablar de lo vergonzoso que resulta ver lo fácil que resulta “trucar” el sistema de búsquedas o las listas de más vendidos por parte de algunos.

Si a esto le sumamos un pésimo sistema de búsquedas y descubrimiento o unos comentarios que no aportan nada ni a consumidores ni a vendedores, puede parecer que el App Store está casi al borde del abismo pero tampoco hay que irse a los extremos. La tienda “funciona” y es con diferencia la más lucrativa de todas las plataformas, lo que no quita que a día de hoy deje mucho que desear y no esté a la altura de lo que uno espera de un producto Apple.

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