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A mi, particularmente, me dan pavor. Y se que no soy el único. Las agujas, al que más y al que menos, horrorizan a la gente. Son viscerales, duelen y, sin más remedio, las asociamos a la enfermedad. Incluso los pinchazos más pequeños son increíblemente desagradables. Pero claro, son la única manera que tienen algunos medicamentos de llegar a donde han de hacerlo. ¿Qué pasaría, entonces, si no pudiésemos inyectarnos ciertas sustancias? Medicinales, por supuesto. Pues probablemente moriríamos. Pero, ¿y si buscamos una solución alternativa a las agujas? ¿Sería posible? Parece que sí. Digamos adiós a las agujas. ¡Hola microagujas!

Las microagujas, el sustituto perfecto

¿Por qué las microagujas deberían ser mejores que las agujas? No nos dejemos engañar por el nombre. Las microagujas son una solución perfecta ya que no duelen (ni si quiera se notan) y son capaces de inyectar las sustancias necesarias. Es más, pueden ser más precisas y rápidas, incluso, que una inyección convencional. Por todo ello, es solo cuestión de tiempo que nos despidamos, tarde o temprano de la molesta (y delgada) sombra de las agujas. Pero no nos confundamos, esto de las microagujas no lo hemos inventado nosotros. Algunos animales llevan usándolas desde hace milenios. Por ejemplo, los cnidarios (como las medusas) utilizan cnidocistos, que son células con microagujas que salen disparadas desde su cuerpo hasta el de su víctima. O algunas quetas, que son pelillos endurecidos cargados de veneno y que son empleados por diversos gusanos.

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Incluso las arañas tienen su propia versión de las microagujas. Pero claro, en todos estos casos la idea es hacer daño. Por el contrario, la idea de nuestras microagujas es la de ayudar y curar. Pero la idea es la misma: un filamento hueco cargado con una sustancia (una microaguja, vaya) que penetra sin romper una cantidad notable de tejido. Esto mejora la penetración de la aguja y de la sustancia. Y todo sin provocar dolor. No provoca dolor precisamente porque al ser tan pequeñas no son capaces de generar un daño masivo en el tejido, alertando nuestros sistemas de defensa (que producen dolor como aviso). Por el contrario, las microagujas inyectan su sustancia y, luego, se degradan en nuestro cuerpo, sin tan si quiera una marca de su paso.

Buscando soluciones

Crear semejante tipo de microagujas no es sencillo. Sin embargo, ahí tenemos la impresión 3D para darnos una solución. Usando un material biodegradable (propileno-fumarato) las agujas son "construidas" añadiendo la sustancia. En este estudio concreto, la sustancia sirve para combatir el cáncer de piel. Pero podría diseñarse cualquier otro tipo de compuesto que se uniese a las microagujas. Pero no solo se encuentran soluciones en las microagujas. ¿Qué ocurre cuando debemos extraer sangre, por ejemplo? En los análisis de sangre, este proceso es molesto y doloroso. Sin embargo, ya existen nuevos ingenios que permiten evitar este problema. Para hacerlo se aprovechan de un proceso muy relacionado con las microagujas: la absorción capilar. Gracias a nuestra piel, y por succión, se puede extraer sangre de los capilares más finos. Eso sin casi romper tejidos y sin dolor. Una manera ingeniosa de usar la biofísica para eliminar un proceso molesto pero necesario en muchas ocasiones.

microagujas

Lo bueno de usar estos procedimientos, que se aprovechan de las propiedades físicas de los seres vivos, es que son, en realidad, muy sencillos. Mientras que el diseño de las microagujas requiere de un desarrollo técnico muy fuerte, una vez dominada la tecnología, lo que viene es relativamente sencillo. Y con mucho potencial. Por las vías adecuadas, podemos combinar las microagujas, por ejemplo, con nanotecnología de manera que dispongamos de un sistema médico propio y particular, eficaz y preciso. Ya existen, desde hace tiempo, proyectos que tratan de crear un sistema autonómico de medicación. Con el uso de las microagujas, estos sistemas podrían ser aún más precisos y valiosos. La cuestión es convertir la medicina moderna en algo más cómodo e indoloro, para ganar en calidad de vida, a la par que eficaz. Gracias a las microagujas parece que será más fácil decir eso de "es peor el remedio que la enfermedad". Al menos en cuanto a los pinchazos se refiere.

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