Eric Kim es un fotógrafo californiano que poco a poco se ha hecho un nombre en esta disciplina gracias a su estilo atrevido y a su frenética actividad en las redes sociales.

Cuando comenzó a experimentar con la fotografía, Kim probó todo tipo de disciplinas como el paisaje, el retrato, la fotografía macro e incluso las bodas. Lo que sea para superar ese difícil momento en el que la absoluta seguridad de que te gusta la fotografía se enfrenta a las dudas sobre tu habilidad como fotógrafo. Pero el momento decisivo llegó cuando estaba esperando en una parada de autobús y vio a un hombre con gafas de concha apoyado contra la marquesina y leyendo el periódico. Sintió que representaba un momento tan puro y genuino que sintió el impulso de sacar una foto. Y desde entonces, no ha parado en una disciplina cuya máxima atracción para él es su extrema dificultad para crear una imagen visual y emocionalmente atractiva. Aunar esas dos máximas sólo está al alcance de los más grandes.

Otra de las características que definen a Kim es su necesidad incansable de fotografiar de forma diaria. Todos los días, sin excepción. De hecho, puede llegar a emplear 5 horas diarias pateándose las calles de Los Ángeles, Tokio o Seúl, sus ciudades predilectas, cámara en mano. Lo esencial es llevar la cámara siempre consigo y tratar de exprimir el tiempo para poder hacer la mayor cantidad de fotografías posible.

Actualmente utiliza equipos Leica para su trabajo diario. Aparte de la calidad de construcción de estas cámaras y la nitidez de sus objetivos, son verdaderamente silenciosas, pequeñas y poco amenazadoras; ideales para acercarse a los sujetos sin asustarles. Su obra destaca por el contraste y la saturación de los colores cálidos Asimismo, si veis algunos de los vídeos que Kim suele colgar en su perfil de YouTube, veréis que suele emplear equipos como la Leica M9 o la Leica MP, auténticos bichos nada baratos. Pero precisamente para este tipo de fotografía se pueden lograr grandes instantáneas con vuestro propio iPhone. La regla de oro es que cuanto menor sea la cámara, más adecuada será para la fotografía callejera.

Kim es en realidad graduado en Sociología. Incluso se considera a sí mismo primero un sociólogo y después un fotógrafo. Digamos que su obra trata de combinar de algún modo las dos materias: capturar la belleza y los males de la sociedad a través de un objetivo. No obstante, la mayoría de sus fotografías representan temas como la gula (el exceso en general), los efectos negativos de la riqueza y el capitalismo. Y qué lugares pueden representar mejor estos temas que las áreas altamente urbanas e industrializadas de ciudades orientales como Tokio o Seúl (su familia es de origen surcoreano). Y dentro de estas urbes, aquellos barrios y suburbios donde la multiculturalidad, tribus urbanas, etnias y religiones marcan su seña de identidad, además de ese punto freak que parece identificar a muchos de sus personajes.

La fotografía de Kim destaca por el juego de contrastes en blanco y negro, además de la gran saturación de los colores cálidos. Su obra parece sentir cierta predilección por las composiciones cómicas donde muchos de sus protagonistas son personas de avanzada edad con indumentarias exageradas y pasadas de moda.

Sin embargo, buenos resultados equivalen a veces a desagradables experiencias en las calles. Es el inconveniente ante el que no queda más que aceptarlo y procurar minimizarlo. El riesgo de ser insultado o agredido es reducido, tal y como podéis apreciar en algunos de sus workshops, pero está ahí.Uno de sus principios es el contacto directo con los sujetos A diferencia del resto de fotógrafos que os he presentado en esta serie, todos ellos del siglo pasado, el fotógrafo actual debe lidiar con todo aquel que tenga una cámara. La negativa masificación de la fotografía para los profesionales tiene también su punto positivo: la sociedad se ha acostumbrado a que le saquen fotos. Por tanto, la gente suele adoptar una actitud de no confrontación y apenas reaccionan cuando se les fotografía.

Kim dedica también parte de su tiempo a organizar workshops en los que ofrece consejos que representan las bases sobre las que un buen fotógrafo callejero debe desarrollar su trabajo. Una de sus máximas es el acercamiento físico y emocional con las personas. Por ello aconseja el uso de objetivos de 35mm, ya que si uno se acerca al sujeto, éste se siente partícipe de la fotografía y se consigue ese contacto social con los personajes. Y siempre disparar con el corazón. La composición puede ser importante, pero el fin último es desafiar al espectador a ver la realidad de una manera diferente.

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