marginalia

Fotografía por Romana Klee, bajo licencia CC BY SA 2.0.

A pesar de que muchas personas consideran un sacrilegio escribir en un libro -o, ya puestos, cualquier acto que signifique dejar una marca física en ellos-, la marginalia está teniendo un momento de auge, ayudado por la omnipresencia de Internet y la nostalgia por los libros de papel. Comprendo perfectamente el fetichismo y la sacralización del objeto-libro, porque yo también sentía dentera cada vez que veía a alguien hacer siquiera una línea sobre la página de un libro. Sin embargo, esta práctica no tiene nada de novedoso: desde los manuscritos clásicos hasta Edgar Allan Poe, la marginalia tiene adeptos en todas las épocas y áreas del conocimiento.

Historia de la marginalia

El término "marginalia" fue acuñado por Samuel Taylor Coleridge, un poeta y filósofo británico que acumuló tal volumen de anotaciones al margen de los libros que leía durante toda su vida, que hasta ahora han sido publicados cinco libros únicamente para compilar y reunir su marginalia. Sin embargo, la práctica en sí misma es mucho anterior a Coleridge: anteriormente, las notas breves insertadas en los márgenes de un libro eran denominadas escolios, y éstos datan al menos desde el siglo I a.C. Ya para esa época y hasta el siglo XV d.C, las compilaciones de escolios eran de uso común y generaban mucho interés entre investigadores y lectores.

El hábito de escribir en libros es, pues, una forma de no leer pasivamente, sino de ingresar en una colaboración con el texto y con el autor, en un ejercicio creativo en términos de igualdad: George Steiner definía a un intelectual como "aquella persona que lee un libro con un lápiz en su mano"**. Leer de manera activa exige pensar, comprender, hacerse preguntas, y el hábito de tomar notas sobre estas ideas e interrogantes no es más que una forma de registrarlas, evitar que se pierdan en el olvido.

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Notas en edición incunable de "In duodecim libros Metaphysicorum Aristotelis expositio" de Santo Tomás Aquino. Fotografía de Provenance Online Project, bajo licencia CC BY 2.0.

Sistematiza tu marginalia y sácale partido

Al enriquecer el proceso de lectura con nuestras propias anotaciones y contribuciones al texto, estamos también construyendo un cuerpo propio de citas, ideas y direcciones en las cuales podemos continuar nuestra investigación, nuestros intereses y nuestras futuras lecturas. Transferir estas notas a un "commonplace book" o libro de citas, o crear un fichero o simplemente una libreta de Evernote donde guardemos estas referencias, puede ser de una gran utilidad para permitirnos ver y analizar de forma cohesiva y con mayor claridad cuáles son los temas que nos interesan de manera continua, y por supuesto, para poder referenciarlos en el futuro con mayor facilidad.

Igualmente, puede resultar útil desarrollar un sistema de símbolos personal para marcar aquellas ideas que no comprendemos del todo, o sobre las cuales queremos investigar más (similar, quizá, a los símbolos usados al elaborar un **bullet journal). Esto puede ahorrarnos tiempo y facilitar el proceso, puesto que no todas las notas que queramos hacer, necesariamente tengan la claridad necesaria aún para ser expresadas en palabras.

Del mismo modo que siempre recomiendo echar un vistazo a la bibliografía de aquellos libros que te hayan gustado mucho, considero que dar su justo valor a la marginalia es esencial para un buen lector. Es tan importante, que incluso los lectores de e-books incorporan la posibilidad de hacer anotaciones y resaltados en el texto, y quien hace esto de manera continua en Kindle se encontrará al final con una suerte de collage de textos provenientes de los más diversos orígenes, que a fin de cuentas no es sino el "libro de citas" de toda la vida.

Las notas de una determinada persona pueden añadir o restar valor a un libro desde un punto de vista objetivo, pero la colección de marginalia de una persona determinada es invaluable para sí misma**: comprende su conversación, dinámica y en evolución, con los libros que ha leído y con la persona que era en el momento en que los leyó, y constituye una adición inestimable, un apéndice necesario a la biblioteca, literal o metafórica, de cualquier lector.

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