Primer domingo de verano. Media tarde. Taylor Swift decide publicar una carta explicando que su disco 1989 no va a estar en Apple Music porque el servicio no paga al artista durante los tres meses de prueba que tienen los usuarios. "No es por mí", dice, es por todos los actores de la industria musical que merecen cobrar por su trabajo, venía a concluir. Unas cuantas horas más tarde, ¡boom!, Apple responde a esa carta con un mensaje claro: sí vamos a pagar a los artistas durante los tres meses de prueba gratuitos que tienen los usuarios.

A partir de aquí, comenzaron las reacciones. Y me refiero a las nuestras, que inocentemente pensamos que en Apple se reunieron un domingo de urgencia para decidir si pagaban o no a los artistas durante el periodo de prueba. O que a Taylor Swift le importa tanto la industria musical como afirma. En realidad se trata todo de varias estrategias de comunicación, y digo varias para que nadie malinterprete que se han puesto de acuerdo para jugar cada uno un papel. El equipo de relaciones públicas y marketing de Taylor Swift planea lo mejor para la artista y el correspondiente equipo de Apple, lo mismo para Apple Music.

Lo que busca Apple

En un mercado tan complicado como es actualmente el de la música en streaming, o aportas algo diferente y convences a la gente de que tu servicio merece más la pena, o Daniel Ek seguirá espetando con sorna ese "Oh, Ok", como tenista preparado ante la pelota que viene. Más o menos así es como ha ido haciendo Spotify hasta ahora que ha aparecido Apple en escena. Estamos hablando de una de las compañías con más poder e influencia del mundo, no solo a nivel económico, sino también a nivel sociocultural. En Cupertino saben perfectamente cómo lanzar un producto, qué estrategia seguir para que sea un éxito y, por supuesto, cómo comunicarlo para que logre un posicionamiento Apple (es decir, que genere fans y adoración).

Como decía, si pensabas que Apple iba a tomar una decisión así a la ligera, un domingo y solo por contentar a Taylor Swift, es que estabas siendo demasiado inocente.

En la WWDC 2015, donde fue presentado Apple Music, se explicaron los detalles justos para causar expectación sobre puntos clave del producto. Obviamente, sabían que tanto los usuarios como la industria musical iba a discutir sobre lo anunciado. Sabían que se iba a hablar de catálogo, de precio, de calidad de streaming, de royalties y, por supuesto, del periodo de prueba. Y, claro, sabían que Taylor Swift, con unos precedentes que apuntaban a una dirección clarísima, podría publicar una carta como esa. ¿Qué mejor que guardarse un as en la manga para responder cuando llegue el momento? Produce un golpe de efecto en la industria musical y lava la imagen del servicio incluso antes de estar disponible.

Lo que busca Taylor

Sin entrar a valorar la música de Taylor Swift, es una de las artistas que más está vendiendo en Estados Unidos (de hecho, es la primera cantante que consigue vender más de un millón de copias en tres discos de manera consecutiva). En una situación en la que la venta de discos está cada vez más a la baja, lo lógico es que la industria arrope a uno de sus mejores productos. Y resalto la palabra producto. Aunque se nos intente hacer ver que ella vela por el bien de la industria musical (compositores, productores, personal que trabaja en los conciertos, discográficas, etc.), se trata de otra maniobra de relaciones públicas. Su equipo de profesionales ha optado por generar una imagen de estrella comprometida con el mundo que le rodea y es, desde luego, mucho más útil que la imagen de artista de plástico que tienen otras cantantes, no solo para ella, que se diferencia del resto, sino para la propia industria, que al menos se convierte en objeto de debate.

Aplaudo que Taylor Swift, que se ha ganado el respeto y la influencia a base de vender millones de discos, salga a defender públicamente a su sector, pero que nadie se confunda. Su padre compró parte de la discográfica que la iba a contratar (Big Machine) para asegurarse de que tuviera éxito. Y no digo esto para restarle mérito o para no reconocer que ha trabajado duro, no lo pongo en duda, sino para que sepamos que es una artista que tuvo las cosas mucho más fáciles que la mayoría simplemente por tener a un papá millonario. Ella no tiene en juego su negocio (de eso ya le sobra), sino su reputación y es por eso que los especialistas que la rodean han decidido seguir una estrategia de comunicación tan combativa.

Aquí cada uno podrá tener su opinión, pero yo le explicaría a Taylor que quizá no debería ir tan en contra del streaming, que será pronto la manera mayoritaria de escuchar música, no al menos sin exculpar a las discográficas, que ahogan con contratos abusivos a servicios como Spotify o Apple Music para llevarse su parte del pastel.

En definitiva, Apple Music y Taylor Swift: no todo es oro lo que reluce.

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