novelas juveniles

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No es mi intención enumerar ahora las bondades del hábito de la lectura para la formación completa de una persona y amueblarnos bien la cabeza. Pero lo que sí quiero constatar es de pura lógica: cuando antes comience alguien a leer, más arraigo tendrán sus beneficios, sobre todo en una época temprana como la niñez. Con todo, tampoco nos engañemos; no basta con leer cualquier cosa para sacar provecho de este hábito, que hay libros pésimos que también llenan las cabezas de los imprudentes de pajarracos o embrutecen el gusto, sino que hay que seleccionar un poco los que nos zampamos. Así que aquí tenéis **una selección de lo que yo recomendaría que leyeran nuestros hijos.

Eclipse de sol, de Albert Lijanov (1977)

Una hermosa novela que narra el romance entre una joven paralítica y un muchacho que cuida un palomar. El autor es bastante conocido en Rusia, y forma parte de una corriente literaria que analiza la psique de los adolescentes y su socialización*.

La Historia Interminable y El ponche mágico, de Michael Ende (1979, 1989)

La primera de estas novelas, La Historia Interminable*, es un clásico indiscutible, del todo impredecible y tan imaginativo que resulta delicioso. Pero El ponche mágico es mejor por lo trepidante, porque se devora esta historia sobre un ponche genialcoholorosatanarquiarqueologicavernoso que Belcebú Sarcasmo y Tirania Vampir quieren preparar para celebrar el Año Nuevo.

La Princesa de los Elfos, de Sally Scott (1981)

La oscuridad y cierta fascinación por el relato de esta novela sobre una princesa hechizada la han mantenido en mi recuerdo, y es probable que se mantenga también en el de las próximas generaciones que la lean.

El pirata Garrapata y Fray Perico en la guerra, de Juan Muñoz Martín (1982, 1989)

El sentido del humor de Muñoz Martín es irresistible. La historia de un pirata que era “el terror de Londres” pero, en el fondo, no mala persona es un disparate detrás de otro; y la de un fraile lidiando con los trastornos de la Guerra de Independencia española, de lo más desternillante que un niño pueda leer nunca. La saga del pirata Garrapata cuenta con dieciséis novelas, de las que sólo leí la primera. En cambio, de las protagonizadas por fray Perico, me tragué en su momento tres de las nueve que son.

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No pidas sardina fuera de temporada, de Andreu Martín y Jaume Rivera (1987)

Un psicólogo autor de novela negra y un periodista han escrito este libro mano a mano, el primero y el único que he leí de los doce centrados en Flanagan, un adolescente aficionado a la investigación que mete las narices en los asuntos sucios de un suburbio barcelonés. Intriga y emociona a partes iguales.

El pequeño Otto ha desaparecido, de Manfred Limmroth (1988)

Un niño desaparece en su propia casa sin dejar rastro de una forma muy extraña, y todo lo que sucede a continuación durante su búsqueda, con todas las posibilidades que se manejan, hacen de la lectura de esta misteriosa novela un enorme deleite.

Canción de pájaros muertos, de Marc Tarlbert (1988)

Puede que se trate de la primera novela realmente dolorosa que leí, la historia de una pérdida inesperada y de un futuro incierto. La muerte de uno de los alumnos de Talbert le empujó a escribirla, y eso se nota por lo sentida que resulta.

El profesor Poopsnagle, de Thérèsa de Chérisey (1989)

Esta fue la novela que dio origen a la serie de televisión australiana que muchos vimos en los ochenta, Professor Poopsnagle’s Steam Zeppelin; seguro que no pocos recordáis las hazañas de un grupo de niños comandados por un científico en un autobús volador. Unas aventuras a todo vapor muy agradecidas de leer.

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Querido Nadie, de Berlie Doherty (1991)

**Novela cautivadora, muchas veces lírica, triste y punzante, escrita en primera persona por una adolescente embarazada. Al margen de todo debate ideológico, en el que no entra, el drama y la sensibilidad sin paños calientes de Doherty le ganan a uno poco a poco.

Silvia y la máquina Qué, de Fernando Lalana y José María Almárcegui (1991)

He aquí un misterio gozoso** en torno a inventos extraordinarios y una vieja factoría de provincias, novela ganadora del Premio El Barco de Vapor. Embauca de la mejor manera posible: despertando la más pura curiosidad.

El Príncipe de la Niebla, de Carlos Ruiz Zafón (1993)

Este autor dio el pelotazo en 2001 con la publicación de La sombra del viento, que obtuvo un éxito descomunal y le catapultó al selecto (es un decir) club de los superventas. Pero mucho antes de todo eso, Ruiz Zafón había escrito El Príncipe de la Niebla, ganadora del Premio Edebé, e inicio de una trilogía que se completó con El palacio de la medianoche y Las luces de septiembre. Un enigma diabólico que te engancha y no te suelta hasta su conclusión.

Saga de Harry Potter, de JK Rowling (1997-2007)

No hagáis caso de los esnobs que desprecian las aventuras del famosísimo niño mago en la escuela de hechicería Hogwarts; realmente merece la pena embarcarse en ellas y leer los **siete libros que componen la saga. De los colaterales, Animales fantásticos y dónde encontrarlos, Quidditch a través de los tiempos y Los cuentos de Beedle, el bardo, no sé qué deciros porque no he tenido oportunidad de zampármelos.

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