Los libros no son buenos. Uno se vuelve loco si no tiene a nadie. No importa quién es el otro, con tal de que esté con uno. Te digo que uno se ve tan solo que se pone enfermo” - Of Mice and Men, John Steinbeck (1937).

Cuenta una historia que cuando David Chase subió al escenario del Beverly Hilton Hotel en la 57 edición de los Globos de Oro de 1999 (celebrada en enero del 2000) alguien le estaba esperando en el backstage. Un hombre insuflado en un smoking, y parte de circo mediatico del cine y la TV de Estados Unidos le preguntó: ¿sabes que has cambiado la forma de hacer televisión para siempre? No sé lo que le respondió Chase.

Los Sopranos cambiaron para siempre la forma de hacer televisión. La serie supuso un antes y un después que rompió los esquemas de la TV de Estados Unidos y cambió el panorama de las series para siempre. Lo que hizo David Chase con Los Soprano fue hacer más culto el paladar del espectador y hacer que dejara de conformarse con cualquier cosa que pasaran en la pantalla pequeña. A partir de ese momento, la televisión no sería menos que el cine. David Chase, Sopranos mediante, convirtió la pantalla grande en pequeña y supuso el mayor cambio en la televisión contemporánea de la historia.

Chase convirtió la pantalla pequeña en grandeTodas las grandes producciones que han venido después beben directamente de Los Soprano: los diálogos y simbolismo religioso de True Detective, las miradas y los planos en silencio y las largas pausas de Breaking Bad. La influencia de Los Sopranos se puede sentir en cada gran producción que ha llegado a la televisión después del '98.


Cuando se emitió el último capítulo de Los Sopranos en España, Antonio Muñoz de Mesa dijo que los griegos antiguos tenían a Sófocles con Edipo y a Euripides con Menea, que los victorianos tenían a Shakespeare con Hamlet y que lo que hizo David Chase con Los Soprano fue mezclar Edipo, Menea y Hamlet y que por fin nosotros tuvimos tragedia y épica en televisión. Los Sopranos terminaron un 10 de junio de 2007. Y a la llegada de ese día ya había influido tanto en la televisión que todo había cambiado. Cambió la industria, pero todavía faltaba el cambio en el espectador.

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Tres años antes, un 22 de septiembre de 2004, empezaría otra de las series que si bien no cambió los esquemas al mismo nivel que los Sopranos en cuanto a contenido y saber hacer se refiere, si que cambió la forma en la que el espectador veía las series. Si Los Sopranos fue el vehículo de cambio de la industria, esta otra serie cambió al espectador. Hasta su llegada, pocos eran los que se hacían preguntas, nadie se grababa viendo capítulos de Game of Thrones y desde luego jamás se habían escrito tantas líneas para intentar explicar algo que no tenía explicación. El 22 de septiembre de 2004, el vuelo 815 de Oceanic Airlines partió de Sidney y se encaminó hacia Los Angeles, cambiando para siempre al espectador y su forma de consumir televisión. El 22 de septiembre de 2004 empezaba Lost.

Lost supuso una disrupción en el concepto que teníamos hasta ahora de una serie

Mucha de la expansión y del interés del espectador por las series se lo debemos a ese 22 de septiembre de 2004, puesto que una forma de hacer televisión, hasta ahora inexistente, se encontró con un espectador hambriento de calidad. Con la llegada de Lost a la televisión, miles de personas por todo el mundo se reunían en la red para comentar y teorizar qué estaba pasando y porqué. Las redes sociales, un fenómeno en pañales en el momento, se llenaban con enlaces a teorías cada vez más locas generando un fenómeno nunca visto a nivel mundial.

Su éxito podría decirse que venía de aportar algo nuevo al planteamiento lineal de otras series de la parrilla, generando dos líneas agumentales que se interrelacionaban continuamente, algo que le supuso el Emmy en 2005 a la mejor serie de su género. Lost cambió, al igual que Los Soprano, y salvando las distancias, la forma de hacer televisión. Y lo hizo sin dar respuesta a la mayoría de los planteamientos que mostraba. Enfadó al espectador, creo una legión de fans y detractores como nunca se había visto en una serie de televisión: se convirtió en historia viva del ocio en el Siglo XXI.

La constante

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Lost ha sido más que un puñado de preguntas sin respuestas. Mucho más que osos polares en islas tropicales. Es esta constante inexistencia de lógica narrativa, unida a un trasfondo que acaba encajando en el conjunto, lo que ha hecho grande a la serie. Como producto, Lost fue concebida para apoyar parte de sus misterios en un conjunto de subproductos a modo de virales que intentaban aportar una coherencia que desde un principio sus creadores le negaron, y es precisamente esto lo que supuso una fórmula de éxito sin precedentes.

La mezcla de líneas argumentarles y guiños filosóficos cautivaron al espectador como nunca antes había pasado en TV Y parte de esa ambigüedad llevada al extremo hasta en los propios títulos de la serie, lo que dio lugar a una trivia descontrolada que supuso una revolución para el espectador: por mucho que este intentase crear un línea temporal para unir los puntos y los misterios presentes en la serie, esta resultaba una tarea imposible: los números, uno de los pilares de las primeras temporadas no parecian tener un encaje en el resto de la trama más allá de su relación con los personajes. Los viajes en el tiempo, la filosofía. La constante. Y todo esto a su vez, creaba una relación impropia con los espectadores.

La influencia de otras obras en Lost -como la que ilustra este post, Of Mice and Men-, supuso un desencadenante para su relación con los espectadores. De hecho, gracias al núcleo más culto de estos últimos, el colectivo pudo llevar las teorias de Lost hasta límites insospechados. John Locke, Danielle Rousseau (Jean-Jacques Rousseau), Mikhail Bakunin, Desmond David Hume (David Hume) o el propio Jeremy Bentham son algunos de los personajes y pensadores ilustres que suponían un guiño lógico para el espectador. Todo pensado para crear un producto televisivo que partía de una concepción más profunda que la que se pretendía con su argumento inicial.

Las buenas historias trastocan nuestras expectativas, pero Lost va aún más lejos, desestabilizando la base sobre la que levantamos esas expectativas. Lost es una droga. - The New York Times.

El bien y el mal. La vida y la muerte. El amor y la pérdida. La deidad en forma de isla. Un abanico de temas que hacían que Lost, dentro de su propio universo de ficción, enganchara al espectador como si de una gran novela se tratase y arrastrase al colectivo con él. Como anécdota, Lost influyó tanto en el colectivo del momento que Barack Obama, desplazó la hora del Discurso del Estado de la Nación porque coincidía primer capítulo de la última temporada. Lost lo cambio todo, pero a su final dejó huérfanos a millones de espectadores por todo el mundo.

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Lost dejó un vacío en la parrilla televisiva que incluso sus detractores echan de menos; pero gracias a la HBO, este verano hemos vuelto a punto de inicio. The Leftovers llegaba para volver a maltratar al espectador y obligarle a repetir el proceso vivido con Lost.

Vaya por delante que no es una serie para todos los públicos. Esta nueva producción recoge todo lo sembrado con Lost y se lo devuelve al espectador en forma de conjunto ambiguo sin respuestas. Leftovers no tiene respuestas, y lo mejor de todo es que no pretende darlas. De nuevo, ha conseguido lo que hasta ahora era impensable: que espectador comience a ver un producción odiándola desde el principio para amarla al final, mientras juegan con él por el camino, es engañado y le han asegurado que ese será el camino. Si con Lost había esperanza de que algún día nuestras preguntas fueran contestadas, con Leftovers sabemos de antemano que no las vamos a tener. Y eso es lo genial.

Leftovers ha traído de vuelta las preguntas sin respuestas que Lindelof estrenaba con LostHa llevado la fórmula de Lost, ya caduca, hasta el máximo exponente. Desde los primeros 45 minutos hasta el final de una sublime primera temporada te deja claro que, si eres el tipo de espectador que busca respuestas a las preguntas planteadas, te vuelvas a ver Cómo conocí a vuestra madre, al menos sabrás la respuesta a la pregunta que plantea. Es una serie que, simbología religiosa de por medio, hace que te hagas preguntas que tu mismo sabes que no tienen respuesta. Esta vez, la simbologia religiosa de utilizada en Lost y en Prometheus se ha llevado a un extremo que es imposible que pase desapercibida.

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El planteamiento de The Leftovers es el mismo que con Lost: en vez de centrarse en la trama propiamente dicha, lo hace en sus personajes. Pasa de largo del qué ha pasado y cómo ha pasado, para dar el espectador la oportunidad de que sea el mismo el que intente explicar una trama que carece de toda lógica.

Una historia sin alma necesita ser contada por alguien. Su genialidad está en contar historias sin contar nada. En obligar al espectador que sea este quien construya la historia y fuerce al colectivo a hacerlo con él de nuevo. A que se lancen miles de tweets, post en blogs y artículos como este, para dar respuestas basadas en una nada narrativa que carece de un fundamento que pueda cosiderarle lógico; y con todo ello, ha creado una generación de telespectador que es adicta al suspense sin respuestas. Y eso, no es nada más que una respuesta a nuestra necesidad imperante de hacernos preguntas. Explota al colectivo hasta límites que no se habían visto en televisión.

El mayor fraude de la historia de la televisión moderna

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Detrás de ello, y en línea con lo que comentaba sobre David Chase, hay otro individuo que también cambió la industria para siempre, pero que a diferencia de Chase, está considerado como el mayor fraude de la historia de la televisión moderna. Pocos realmente lo conocen por su nombre. Odian y aman a partes iguales su trabajo. Los que le conocen, la mayoría no saben pronunciar su nombre, y de esa mayoría, una gran parte no sabe escribirlo. Pero no hacen nada más que criticarle porque les ha hecho pensar de nuevo.

Damon Lindelof es el mayor fraude de la historia de la televisión y el hombre detrás del mayor cambio en el espectador y en su forma de ver televisión, replanteándose cada segundo de metraje. Sus historias ambiguas y su forma de hacer televisión ha cambiado la forma en la que vemos series. Ha cambiado estas desde un punto de vista social hasta un nivel que no nos habíamos planteado, porque hasta el momento no había hecho falta. Es innegable su aportación a la televisión moderna.

Las propuestas de Lindelof han cambiado la forma en la que el espectador consume televisiónEs muy sencillo calificar a Lost, y por extensión a Lindelof, como la mayor y más retorcida estafa de la historia de la televisión, cuyo único mérito consiste en un soberbio uso del suspense (sic), pero Lost, en sus seis temporadas rompió con la estructura tradicial de actitud que el espectador presentaba hacia un producto televisivo.

En su labor como guionista ha conseguido romper a tal nivel con el espectador que ha despertado una legión de fans que luchan contra si mismos. Lindelof ha hecho que el espectador salga de su zona de comfort y se haga preguntas de las que sabe que de ante mano que no tienen respuestas. Ha sido brutalmente criticado con Lost y ha tenido el valor de volver por el mismo camino para convertir en oro, esta vez para la HBO, una producción que de momento solo tiene 10 capítulos: The Leftovers.

Si Los Soprano cambiaron la industria, Lost ha cambiado al espectador: Lindelof no solo es el mayor fraude de la historia de la televisión, es el fraude que nuestra pequeña pantalla necesitaba. Y lo más importante, estábamos deseando que, frente a las producciones insustanciales y de baja calidad, alguien nos volviera a forzar a ello. Internet, ha hecho el resto.

Lost es historia pura de la televisión moderna, no solo por el nivel y la complejidad narrativa de serie, si no por la influencia social que generó, modificando los habitos de consumo televisivo del conjunto de los espectadores, y Lindelof es el mayor responsable de este fenómeno. Con The Leftovers lo ha vuelto a hacer.

Larga vida al mayor fraude la historia de la televisión.

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