El valor de la tecnología como activo está en alza desde hace varios años, lo cual, evidentemente, impacta profundamente en el papel que ésta desempeña en las organizaciones. No es ninguna novedad que la tecnología sea fundamental para las empresas, pero su implicación directa en el negocio nunca había sido tan importante.

La tecnología siempre ha sido el motor detrás de las grandes revoluciones económicas y sociales. El patrón se repite a lo largo de la historia: un grupo de inventores desarrolla una tecnología innovadora que, al ser aprovechada por la industria, transforma por completo el comercio, las relaciones laborales, las clases sociales y el panorama internacional. Los dos ejemplos más representativos son los procesos conocidos como  revoluciones industriales -la máquina del vapor a finales del siglo XVIII y la producción en serie de finales del XIX- que dieron forma económica, social y política al siglo XX.

La característica exclusiva de la revolución industrial que vivimos hoy en día, además de la rapidez con que se desarrolla, es que la tecnología ya no solo es una herramienta que ofrece la posibilidad de producir más y mejor y de desarrollar nuevos productos, sino que se establece como el propio sujeto de valor.

Desde que la informática personal e Internet estallaran en la década de los años noventa, la forma de trabajo cambió radicalmente y las posibilidades de comercialización de productos y servicios aumentaron exponencialmente, lo que provocó que los departamentos encargados de proveer y gestionar la tecnología de las empresas aumentaran su importancia.

La integración fundamental

Hasta hace muy poco tiempo, los departamentos IT (TIC) llevaban a cabo esta gestión con las únicas encomiendas de reducción de costes y máxima seguridad. Sin embargo la explosión de tecnologías como la telefonía móvil, el cloud computing, los social media o el big data, han alterado este sistema porque han despertado el interés de empleados, directivos y clientes.

Ahora los CIO o CTO y sus departamentos tienen que lidiar con las peticiones de dispositivos de los empleados –son muchas las peticiones de smartphones y tablets- y ofrecer a los clientes productos novedosos o la información que arrojan y ordenan las analíticas, lo que dificulta, aún más, la importante labor de velar la seguridad de los sistemas de la compañía. Pero lo que realmente pone en jaque su estatus de electores de tecnología es el interés de otros ejecutivos por las herramientas tecnológicas que pueden mejorar el negocio.

Evidentemente, el objetivo de todos los departamentos es, o debería ser, el de participar productivamente en el desarrollo de la compañía. La tecnología les ofrece nuevas posibilidades para hacerlo, pero hay un establishment (¡otro!) que está cambiando inevitablemente.

Los proveedores de tecnología quizás fueron los primeros en percibir el gran impacto que la tecnología como valor podría tener en el negocio. «Desde hace años hemos estado intentándolo (la integración de tecnología y negocio), hemos mandado a los ingenieros a estudiar Masters de Negocio y a los economistas a  aprender tecnología, pero no es hasta ahora que dicha integración será realmente posible», opina Andrew Sutherland, vicepresidente de  tecnología de Oracle para EMEA.

Actualmente, esa integración ya no solo representa oportunidades para mejorar los resultados de las empresas, sino que ahora el entorno comercial la exige. Las empresas y sus estructuras no tienen más remedio que adaptarse a las posibilidades y riesgos que presenta la tecnología como activo. Christian Menda, director regional de Open Text Iberia, defiende que «las TI van a ayudar a la empresa a definir su modelo o estrategia ayudando no sólo a desarrollar el producto o servicio ofertado, sino también a cumplir con las normativas correspondientes y optimizar las estructuras y procesos del negocio».

Las empresas que aprovechen la información de analíticas de big data adquirirán valores competitivos desconocidos hasta ahora. Las que optimicen los costes de sus operaciones mediante el cloud computing serán más productivas. Y las que no adapten sus estructuras y operaciones (ni apliquen estas tecnologías) perderán toda capacidad de competencia y hasta de supervivencia.

Así que los directivos de departamentos no tecnológicos están como locos por sumergirse en el mundo de la tecnología. En los primeros meses del 2012, se vieron muchos mensajes como «este es el año del big data» en las cuentas de Twitter de muchos CEO, CMO, COO, CFO, etcétera, y según Alejandro Giménez, CTO de EMC España, de forma similar al interés que los departamentos de negocio están demostrando por la tecnología, los departamentos tecnológicos deben de interesarse por el negocio, porque su participación en la estrategia será fundamental para que ésta tenga sentido tecnológico. Los departamentos IT que no lo hagan no solo se convertirán en meros satisfactores de necesidades, sino que además serán un lastre para su empresa.

Se trata de uno de los elementos fundamentales de la revolución del paradigma empresarial que la crisis económica demanda y la tecnología posibilita. El futuro es para las empresas flexibles. Y para lograrlo, la “flexibilización” de las estructuras es fundamental. Más si cabe en la relación negocio-tecnología.

El panorama ideal sería el que describe Maite Riaza, directora de Marketing de Epson España, en el que la relación es una sinergia y no un conflicto: «IT bebe del feedback que negocio le ofrece en cuanto a usos y funcionalidades; mientras negocio requiere de IT en cuanto a mantenimiento y gestión. (…) Las decisiones de los departamentos de negocio van a requerir cada vez más de la participación de los departamentos de IT como consultores internos».

Marta Martínez, vicepresidenta de IBM España lo ve de una forma similar: «A medida que la tecnología se convierte en una herramienta que mejora la competitividad de las empresas  y, a la vez, llega a todos y cada uno de los ámbitos de las organizaciones, el papel del director de TI se ha ido fortaleciendo. Hoy en día, las capacidades tecnológicas están perfectamente alineadas con las aspiraciones y objetivos de los máximos responsables de los negocios».

La tecnología como producto

Pero la tecnología no solo esta impactando en la relación entre los diferentes departamentos y la estructura de las empresas, sino que ahora forma parte de las exigencias de los clientes y consumidores. A nivel empresarial, los clientes piden sistemas inteligentes de distribución y compraventa, datos sobre el éxito de los productos o servicios (analíticas), etc.

Y a nivel consumo, los clientes exigen la incorporación de las nuevas tecnologías en los productos. Incluso su definición está cambiando de simples compradores a usuarios. En el sector automotriz, por ejemplo, la integración con el cloud computing e internet móvil es un elemento fundamental para competir. «Lo que está cambiando de verdad», asegura Santiago Sainz, director de marketing de Ford España, «es que el cliente se está metiendo en la toma de esas decisiones».

Las empresas son capaces de conocer rápidamente esas nuevas necesidades de los consumidores porque están integrando sistemas novedosos de comunicación. Todo gira en torno a la tecnología: herramientas para el funcionamiento interno, herramientas para comunicarse con los clientes y consumidores e integración de nuevas tecnologías en los productos. Los responsables técnicos que se impliquen en la estrategia ofrecerán resultados muy positivos.

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