Hoy en día es moneda corriente acumular perfiles en diferentes sitios de Internet. Nuestra identidad en la web está determinada por un conjunto de avatares, campos de formulario y párrafos de biografía, que acompañan los contenidos que nutrimos a diario, pero ¿Es esto suficiente reflejo de quien realmente somos?

El mundo (real) en que vivimos fomenta el aislamiento e individualismo: día tras días nos relacionamos con personas que no conocemos, usando el mínimo de comunicación posible para cumplir nuestras metas y continuar. Así es el sistema, así es como somos. Sin embargo, en Internet pasa casi exactamente lo opuesto: somos verborrágicos, abiertos, dispuestos a conocer nuevas personas y sus ideas. En algunos casos, las personas actúan mucho más amables o mucho más hostiles de lo que lo hacen en su vida diaria. Esto nos lleva a preguntarnos el por qué de esta dualidad, por qué no poder balancear nuestros actos entre ambos mundos, cuando al final de las computadoras somos todos personas.

Quizás podemos pensar que en nuestra rutina diaria de trabajo y actividades personales, somos quienes llegamos a ser hasta ese momento, e Internet representa un portal hacia quienes queremos ser, pero que sólo podemos alcanzar mientras estemos conectados. Esto explica el por qué la gente sufre tanto la abstinencia de la web, o la creación de culturas y ritos alrededor de cosas que sólo existen digitalmente. No me malinterpreten: la web puede ser un lugar ideal para crear vínculos muy valiosos y eso se lo agradeceré siempre, pero también es un centro de descarga para todo lo reprimido en el exterior.

Por suerte, creo que Internet se está humanizando: la llegada de las redes sociales y particularmente Facebook, deja en exposición no sólo lo que queremos mostrar, sino también lo que no queremos y a quien no queremos mostrárselo. Esto no significa el fin de nuestra privacidad, sino el inicio de una comunión entre nuestra persona real y virtual, hasta el momento en que dejaremos de jugar a Los Sims con nosotros mismos y empezaremos a convertir la web en un medio más, no un lente que deforma nuestra realidad. Las preguntas son muchas: ¿Se acabarán los trolls de Internet? ¿Dejaremos de tirar quejas al aire sabiendo que ese alguien no nos sigue? ¿Cómo influirá esto en la libertad y el anonimato de Internet?

Foto: Flickr (maria_lc

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